Evangelio según Marcos 2, 23 – 28

Segundo martes del tiempo ordinario

Santa Inés, virgen y mártir

 

Un sábado que Jesús cruzaba por los sembrados, sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: “Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?” Él les respondió: “Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, cuando él y los que los acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que solo a los sacerdotes es lícito comer, y cómo les dio también a los que estaban con él?”. Y añadió: “El sábado ha sido instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado”.

 

Meditación Juan Francisco Bravo Collado

 

De manera que el Hijo del Hombre es dueño también del sábado

 

Es como si Jesús me dijera: “¿Qué reglas te están amordazando? ¿Por qué estás dejando que eso suceda? Yo vine para hacerlos libres: libres del pecado, libres de la muerte, libres de la mentira y del mal. Así que ahora los quiero despiertos y atentos. Piensen con la cabeza, sientan con el corazón, hagan con las manos. Y dejen que el mandamiento más importante sea el que mande: ¡el amor! Para eso: integrar. Un solo centro que debe ser el corazón. Templar el corazón en el santuario, en la ascesis, en los sacramentos. Y confiar.”

 

Jesús aquí rompe con las normas. Yo me siento incómodo cuando debo hacer eso. Quiero aprender a compaginar mis múltiples dimensiones y actuar orgánicamente. Con un centro: mi corazón. Dejar el mecanicimos atrás, y reconocer que hay transgresiones que me permiten ser más pleno. Me entusiasma el reto de ser fiel simultáneamente a lo que creo, a lo que soy, a lo que siento… aunque a veces estas dimensiones conflictúen. Intuyo que la respuesta a unificar todo  es ser fiel al amor y, aunque me duele experimentar la tensión de dimensiones distintas, eso es algo que realmente me gustaría lograr.

 

Jesús, me sorprenden estas meditaciones que parece que van a hablarme de una cosa, pero luego terminan hablándome de otra. Quiero ofrecerte mi corazón. Tómalo y hazlo semejante al tuyo. Que aprenda a integrar en mi corazón todas las dimensiones que me constituyen: mis ideas, mis afectos, mis instintos, mis sombras, mi vulnerabilidad y mis anhelos. Inunda mi corazón con el Espíritu Santo para que ponga el amor al centro, y así me atreva a transgredir con integridad y sentido. Sin buscar pantallas. Siguiendo el corazón. AMÉN