Evangelio según San Mateo 8, 23-27
Martes de la semana decimotercera del tiempo ordinario
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
Meditación de Francisco Bravo Collado
“Increpó al viento y al mar”
Es como si Jesús me dijera a mí: “¿Por qué tienes miedo, hombre de poca fe? ¿quieres aprender qué hacer en esta ocasión? Levántate, como yo me he levantado, e increpa al viento y al mar, tal como lo haría yo. Hazlo en mi nombre. Eres de los míos. ¡Y afírmate de donde puedas! Tienes mucho que dar antes de encontrar la calma, pero créeme que esto que estás pasando es para mejor, y que lo que aprendes hoy va a ser un gran regalo para el camino que estás recorriendo tú y los tuyos.
El texto me impresiona porque es claro, no deja lugar a dudas: la tormenta era tan grande que las olas cubrían la barca. El miedo de los discípulos era absolutamente razonable. Hoy siento que algunos de mis miedos también son objetivamente razonables. Y quiero hacer algo que me incomoda: voy a despertar a Jesús, que duerme en el barco. Tal vez me rete, pero no importa, hay que salvar esto. Hay que hacerlo lo mejor posible. Y eso significa dos cosas: rezar y ofrecer. A Dios rogando y con el mazo dando.
Señor, amigo mío, maestro: despierta. Deja de dormir porque te necesito y quiero pedirte ayuda. ¿Qué hago ahora? ¿qué hago con esto? ¿cómo salgo de esta situación? Ha llegado a niveles en los que, claramente, no es ningún juego: es completamente en serio. Y es peligroso. Siento que no puedo más y que necesito un salvavidas. Dame fuerza, Señor. Haz que sea capaz de levantarme e increpar al viento y al mar. Que pueda mirarlos de frente y, aun reconociendo todo su poder, pueda increparlos para que se calmen y me dejen navegar hacia Ti. AMÉN.