Evangelio según San Mateo 5, 43-48
Martes de la semana undécima del tiempo ordinario
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Habéis oído que se dijo: “‘Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
Meditación de Francisco Bravo Collado
Amen a sus enemigos
Es como si Jesús me dijera: “Tú te sonríes para ti mismo. Crees, inocentemente, que no tienes enemigos. Pero yo te invito a darte cuenta de que eres tremendamente partidario. Que tomas posiciones concretas, y aunque crees ser capaz de ponerte en el lado del otro, consideras que su posición es burda, mal pensada, egoísta o ingenua; especialmente en temas políticos sobre áreas en las que tienes un dominio un poco mayor que el resto. Y puedes ser muy cruel cuando tienes la razón. Eso no es ninguna gracia, ¿no hacen lo mismo los publicanos?, ¿no hacen lo mismo los de la vereda del frente?”.
Al ver este Evangelio, mi primera reacción es sentirme confiado. Pareciera que no tengo enemigos… ¿Por qué habría de tenerlos? Y, sin embargo, al reflexionar un poco me doy cuenta de lo parcial y partidario que puedo llegar a ser en algunos asuntos. Especialmente en aquellos asuntos donde creo que yo tenga razón o vea cosas que otras personas claramente no ven. Muchas veces, en esas ocasiones, los demás se convierten en mi enemigo. Y me doy cuenta cuánto me gustaría tratarlos como si fueran enemigos. Me da pena darme cuenta de esto.
Jesús, Tú que fuiste capaz de reconocer lo bueno en tantas personas que parecía que eran tus enemigos, enséñame a mirar a mis hermanos con mayor fraternidad. Muéstrame cómo encontrar un equilibrio entre comprender a los demás y honrar la verdad. Regálame la tranquilidad de saber que mis hermanos no son mis enemigos. Muéstrame cómo ser un signo de diálogo y de discernimiento en esta situación política y cultural en la que estamos hoy día, donde pareciera que todos tenemos que elegir un lado y luchar con dientes y uñas para que nuestra perspectiva prevalezca. AMÉN.