Evangelio según San Mateo 18, 1-5. 10. 12-14

Decimonoveno martes del tiempo ordinario

 

En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“¿No deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?”

 

Me dice Jesús: “Quiero que te des cuenta cuánto te quiero, que veas cuánto estoy dispuesto a perder por ti, a apostar por reencontrarte. No tengas miedo de estar perdido, no te sientas indigno, porque si yo te busco, si yo te quiero y me preocupo por ti, no es por tu grandeza o por lo choro que seas. Mi amor es gratuito e incondicional, no me importa cuán lejos estés de Mí; no me importa en las tonteras que te metas, aunque me duelan, yo estoy dispuesto a sacarte de ahí y dejar todo el resto para buscarte.”

 

En este Evangelio me resulta difícil mirar a Jesús diciéndome que sea niño. Estoy acostumbrado a imaginar que con una buena actitud, capital de gracias, oración y fuerte trabajo diario las cosas van a andar bien. Pero Jesús me dice que no es así, que para entrar en el reino tengo que ser como niño y que no depende de mí. Que soy como oveja perdida, para que sea Él, el que venga a buscarme y salvarme. En este texto Jesús me invita a abandonarme a Él.

 

Señor, sálvame Tú. Que mis ganas de hacer bien las cosas, mi esfuerzo y mi trabajo diario no me envanezcan ni me hagan creer que puedo llegar a merecer tu reino. Que siempre vea tu amor y tus regalos como lo que realmente son: un regalo gratis que no merezco, pero que Tú me entregas con alegría. Ven a buscarme, porque estoy perdido en la ilusión de que siendo mejor puedo ganarme las cosas por mis propios méritos. Hazme como un niño, que sabiendo que no puede solo, da siempre lo mejor de sí, y que se da por feliz con tener la sonrisa de la Madre.  AMÉN