Evangelio según Mateo 6, 7-15

Martes de la primera semana de Cuaresma

 

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”.

 

“Cuando oren, no hablen mucho”

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

Jesús me dice: “Tú crees que para tener una conversación profunda conmigo o con mi Padre, tienes que ponerte a cantinflear cualquier cosa. No te equivoques: si bien me alegra que quieras compartir tus cosas conmigo, no olvides que yo estoy contigo siempre. Por eso, cuando ores, no hables mucho: escucha más. Por eso, la liturgia puede ser vital para catapultar tu oración. Profundiza en el Padrenuestro, el Avemaría, el Credo, la consagración al sagrado corazón, el suscipe de san Ignacio o el Hacia el Padre. Ahí hay un tesoro tremendo que puede ser un vehículo para que puedas expresar aún con más fuerza lo que tienes dentro.”

 

Al rezar, lleno todo de palabras. Quiero revalorizar oraciones que he dejado de lado, pues pensaba que todo lo que rezo debía ser espontáneo y desprovisto de fórmulas. Jesús me invita a rescatar la liturgia, sabiendo que hay fórmulas que me ayudan. Ojo: no me invita a repetir monótonamente palabras sin sentido, sino que me llama a escuchar más y a hablar menos. No es que no quiera hablar desde mi corazón, sino que ¡con qué potencia estos textos expresan lo que mi corazón quiere gritar!

 

Jesús, enséñame a rezar. Quiero rezar, contigo, al Padre que Tú y yo tenemos en el cielo. Quiero santificar su nombre y bendecirlo como lo bendecías Tú. Quiero ser un verdadero hijo, para poder aprender a ser un verdadero padre. Gracias por la herencia de santidad y oración que nos dejas a través de nuestra madre, la Iglesia. Enséñanos a valorar ese inmenso acervo de sabiduría y a ser generosos en nuestros aportes al capital de gracias. Dame serenidad y sabiduría para aprender que no por hablarte más voy a estar más cerca de Ti. Enséñame a escucharte. Muéstrame tus caminos. Envía tu Espíritu. AMÉN