Evangelio según San Mateo 5, 13-16
Martes de la semana décima del tiempo ordinario
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“… a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.”
Jesús pareciera decirme: “Ustedes son la sal de la tierra. Tienen muchas cosas buenas, pero no las ponen al servicio de los demás. ¡Dejen de esconderse! ¡Dejen ya esa falsa modestia! ¡Dejen de buscar excusas para no entregarse a los demás! Eso no es modestia, sino que es comodidad. Lo bueno es bueno, y es para que le sirva al resto. Entonces, ¿por qué esconden lo bueno que tienen? Ustedes son la sal del mundo, y quiero que lo llenen de sabor. Ustedes son una lámpara en la noche, y quiero -¡exijo!- que iluminen a sus hermanos.
Qué frontal puede llegar a ser Jesús. Me dice que si la sal pierde su sabor, solo sirve para ser tirada y pisoteada. Cuando veo este texto, veo cuántas veces he dejado de hacer algo solamente para estar más cómodo y para evitarme trabajo. Yo soy esa sal que pierde sabor, y que se va volviendo inútil. Me da vergüenza ver cuánto me falta, pero también sé cuánto extra puedo aportar. Por eso, quiero comprometerme con Jesús a irradiar esa luz que Él me da. Yo sé que el Espíritu Santo me ilumina, y que la Providencia conduce la historia. Entonces no tengo ninguna excusa para dejar de apostar por lo más grande.
Señor, yo quiero ser testigo de tu Buena Noticia. Quiero trabajar por tu Reino y ser un instrumento de tu madre. Regálame fecundidad y compromiso. Dame celo apostólico. Hazme hijo tuyo, para que todo lo que emprenda sea para mayor gloria tuya. Construye sobre mi espíritu de oración y hazme fecundo. Enséñame a caminar sin desanimarme, y a ser capaz de invitar a mis hermanos a caminar contigo.” AMÉN.