Evangelio según san Lucas 6, 12-19
Vigesimotercer martes del tiempo ordinario
Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban sanos; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
Jesús se retiró a la montaña para orar
Siento que Jesús me está diciendo: “Ven conmigo a rezar a la montaña. Ven conmigo a encontrarte en un abrazo profundo y abierto con la existencia misma. Ven a pasar la noche en oración con Dios. No solo. Al contrario: con Dios. Ven y escucha lo que la naturaleza tenga que decirte, lo que tu corazón te está gritando hace tanto tiempo y que tú vienes acallando, lo que solo en la soledad y la oscuridad puedes descubrir. Ven a encontrarte contigo mismo en plenitud, para que te hagas dueño de tu propio ser, para que puedas bajar a tus hermanos, caminar con ellos y sanar con ellos. Ven a buscar una fuerza que sanará a todos.”
Cuando medito este texto no puedo dejar de pensar en algunos retiros de silencio que he tenido. Especialmente pienso en el que vendrá el próximo año y que espero con tantas ganas. Quisiera partir hoy mismo a la montaña, al ayuno, al silencio; quisiera subir y rezar sabiendo que, abajo, mis hermanos rezan por mí y por todos mis vínculos. Hoy quiero prepararme para esa época de reflexión que viene y aprender a esperarla. También quiero temperar mis expectativas, y reconocer que no todo va a ser encuentro, sino que también habrá una experiencia de hambre, sed, frío, calor e incomodidad: de limitación. Y prepararme para habitar esas sensaciones con serenidad y alegría, confiando en que algo vendrá de ellos.
Jesús, amigo y maestro: déjame acompañarte a la montaña a rezar. Quiero subir contigo a pasar la noche en oración con Dios. Bendíceme y bendice a los que me rodean. Te pido que me permitas ser fiel al Ideal Personal que tu Padre forjó en mi corazón, para que se exprese en la tierra y derrame bendiciones sobre mis hermanos. Déjame recorrer junto a Ti mi camino de peregrino; acompañando, guiando y apoyándome en los míos. Que la fuerza que exuda tu presencia sea mi medicina y me sane. Que, al unir mi corazón a la Fuente Profunda de Amor de Dios, yo también pueda tener esa fuerza sanadora para bien mío y de mis hermanos. AMÉN