Evangelio según Lucas 18, 12-14

Martes de la segunda semana del tiempo de adviento

 

Jesús dijo a sus discípulos: ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre de ustedes, que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

¿No deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?

 

Dice Jesús: “Quiero que se den cuenta cuánto los quiero, que vean cuánto estoy dispuesto a perder por ustedes, a apostar por reencontrarlos. No tengan miedo de estar perdidos, no se sientan indignos, porque si yo los busco, si yo los quiero y me preocupo por ustedes, no es por su grandeza o por lo choros que sean. Mi amor es gratuito e incondicional, no me importa cuán lejos estén de Mí; no me importa en las tonteras que se metan. Aunque me duelan. Yo estoy dispuesto a sacarlos de ahí, y dejar a todo el resto para buscarlos a ustedes. Déjenme que sea yo el que los vaya a buscar.”

 

Es difícil este Evangelio, mirar a Jesús diciéndonos que seamos niños. Estamos acostumbrados a imaginar que con una buena actitud, capital de gracias, oración y fuerte trabajo diario las cosas van a andar bien. Pero Jesús nos dice que no es así, que para entrar en el reino tenemos que ser como niños y que no depende de nosotros. Que somos como ovejas perdidas, para que sea Él el que venga a buscarnos y salvarnos. Y, además, pensamos que viene a salvarnos de alguna situación incómoda como una enfermedad o algún problema económico; pero Él viene a salvar nuestra alma por toda la eternidad.

 

Señor, sálvame Tú. Que mis ganas de hacer bien las cosas, mi esfuerzo y mi trabajo diario no me envanezcan y me hagan creer que puedo llegar a merecer tu reino. Que siempre vea tu amor y tus regalos como lo que realmente son: un regalo gratis que no merezco, pero que Tú me entregas con alegría. Ven a buscarme, porque estoy perdido en la ilusión de que siendo mejor puedo ganarme las cosas por mis propios méritos. Hazme como un niño, que sabiendo que no puede solo, da siempre lo mejor de sí, y que se da por feliz con tener la sonrisa de la Madre. AMÉN