Sta. Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia

Evangelio según San Lucas 9, 51-56

Martes vigesimosexto del tiempo ordinario

 

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?” Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

 

Meditación de Juan Francisco Bravo Collado

 

¿Quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?

 

Jesús me dice: “No he venido a perder a los hombres, sino a salvarlos. Tampoco a ganar un concurso de popularidad. Vengo a hablar con la verdad. Vengo a ser camino de vida. Vengo a traer salvación, conciencia, sentido y generosidad. Por eso, no crean que tienen derecho a arrasar con nada: no lo tienen. Y cuando alguien o ustedes mismos sientan que deben desafiar la fe, háganlo mirando de frente. Escuchando el corazón. Buscando con apertura y sinceridad, confiando que hay muchos caminos que llevan a mi Padre.”

 

Quienes no recibieron a Jesús tenían sus motivos: antiguas afrentas, odios heredados, resquemores legítimos. Hoy pasa parecido: una persona a quien respeto me hizo ver cuánto le perturba que yo sea católico. Es una persona que ha buscado la verdad diligente y sinceramente, y que se ha formado una opinión muy negativa de las religiones en general y del catolicismo en particular. Me dan ganas de justificar mi fe como si fuera algo que debo argumentar, pero veo que la conversa no prospera. Me siento llamado a respetar, pedir respeto y tratar de construir testimonio.

 

Jesús, quisiera ser capaz de comunicar la experiencia que he tenido intentando ser tu amigo. Te pido que me muestres cómo acoger las ideas que me llegan de mis hermanos. Muéstrame también cómo integrar y mirar de frente mis propias dudas de fe. No me alejes de las pruebas, sino que dame sinceridad y buen juicio en ellas. Dame una fe probada y serena. Permite que pueda abrir mi corazón para que tu amistad, tan probada en el tiempo, pueda entusiasmar a otros a que también se conviertan en tus amigos. AMÉN