Evangelio según san Lucas 4, 31-37

Martes de la semana XXII del tiempo ordinario

 

Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: “¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!”. Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.

 

Meditación de Juan Francisco Bravo Collado

 

“¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!

 

Jesús dice: “¿Saben por qué mi forma de enseñar es novedosa? Porque es vital y afectiva. No es una pedagogía de pupilos o aprendices, sino de hijos: Yo enseño cariñosamente sobre el cariño del Padre que me envía. Esto permanece vigente hoy: yo les enseño sobre el amor del Padre a través de todo lo que están viviendo, mediante cada detalle de su vida diaria. Está bien que les impresione que yo pueda exorcizar los demonios, pero lo más maravilloso no es eso: es el amor del Padre, que me envía a Mí a enseñarles con cariño humano.”

 

Para mí es un gran consuelo saber que Jesús viene a nosotros, no solo a sanar nuestros demonios, sino que también a amarnos y enseñarnos a ser amados por el Padre del Cielo. Muchas veces me pongo nervioso y me baja el temor a estar fallando. Esta imagen de Jesús enseñando, me da fuerzas para entender su misericordia y amor, que van más allá de mis pequeñeces. Por un lado, me siento aliviado, pero por otro, me lleno de ganas de estar más cerca de Él.

 

Padre, no me canso de decirlo cada vez que te encuentro: ¡eres tan bueno! Tu amor es tan delicado que nos llega de las formas más sorprendentes, a través de cosas muy cotidianas, pero también a través de grandes mociones. Te quiero regalar la alegría que experimento al sentirte cerca. Enséñame a mí tal como le enseñabas a la gente de Galilea. Expulsa mis demonios y hazme fiel y puro para servirte. Sácame las esclavitudes que tengo en el alma y úsame como instrumento para servir en tu mesa, para poder comer y celebrar tu amor con todos tus hijos. AMÉN