San Juan Diego de América

Evangelio según Lucas 5, 17-26

Lunes de la segunda semana del tiempo de adviento

 

Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para sanar. Llegaron entonces unas personas trayendo a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para ponerlo delante de Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron por entre las tejas con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados”. Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: “¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino solo Dios?” Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados están perdonados», o «Levántate y camina»? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa”. Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: “Hoy hemos visto cosas maravillosas”.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

¿Qué es más fácil?

 

Jesús me quiere decir en este Evangelio: “¿Qué es más fácil? ¿Darte lo que me pides egoístamente o sanar tu corazón y perdonar tus pecados? Ustedes creen que lo difícil es el milagro visible y despampanante, y no es así. Al igual que en este texto, el gran milagro está en lo secreto, en lo silencioso. El gran milagro es sanar el corazón, perdonar los pecados, porque es un milagro que no puedo hacer yo solo, sino que necesito de ustedes para que se produzca. Hoy la Iglesia necesita -¡Yo necesito!- hombres abiertos a dejarse traspasar por los milagros silenciosos que les propongo.”

 

Estoy acostumbrado a rezar y pedir milagros: pido por la salud de los enfermos, por el trabajo de los que no lo tienen o por la resolución de temas económicos o políticos. En este Evangelio, Jesús me da una luz de cuáles son las prioridades. Cuando veo que llevan un paralítico, mi primera impresión es que es evidente que lo habría que hacer es sanar la parálisis, pero en vez de eso, Jesús perdona los pecados… ¡sana su corazón! Y solo después, cuando los escribas murmuran, se preocupa por sanar su parálisis. En esta meditación Jesús me llama a poner primero lo primero: sanar mi corazón y fortalecer mi organismo de vinculaciones. Los problemas, el trabajo, la salud, la contingencia… vendrán por añadidura.

 

Señor, haz conmigo como hiciste en este Evangelio con el paralítico. Sáname este corazón que está en camilla y no se puede levantar. Haz este milagro conmigo, que es el milagro más grande y difícil que puedes hacer. Regálame amigos que sean audaces y generosos, como los del paralítico, que lo hicieron entrar por el techo para que Tú lo sanes; para que ellos me ayuden a sanarme a mí. Ayúdame a sanar yo mismo. Enséñame a tener claro cuáles son tus prioridades y tus categorías para que yo pueda pedirte con sabiduría lo que realmente es el milagro importante: sanar mi corazón y servirte a Ti. AMÉN