Evangelio según San Mateo 9, 18-26
Lunes de la decimocuarta semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y al verla le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús Llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“Un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo”
Jesús pareciera decirme: “Este jefe de los judíos vino y se arrodilló ante mí. Lo hizo lleno de confianza. Quiero invitarte a que tengas esta misma confianza que tuvo él. Y que vayas más allá de las posibilidades que parecen lógicas. Porque su hija estaba muerta. Y él no desesperó y actuó. Vino a Mí. Me pidió de rodillas. Y yo fui con él, mientras por el camino; otras personas también me pedían milagros. Hoy, en este texto te invito a que te des cuenta de que no hay esperanzas perdidas.”
Con textos como este, donde se presentan milagros de Jesús, he descubierto en mí una tendencia a descartarlos. Me doy cuenta de que muchas veces no me interesan los milagros. Y hoy Jesús me invita para reconocer que los milagros existen. Y que hay una posibilidad de que yo, a través de mi oración, pueda interceder por un milagro. Veo también que he limitado lo que considero posible. Y esa limitación hace que las cosas que yo hago tengan menos fuerza, porque yo mismo tengo menos esperanza. Este texto Jesús no solo me invita a considerar la posibilidad de que existan los milagros sino que también aquello viva con una esperanza mayor.
Querido Jesús, gracias por invitarme a reconocer la posibilidad de que existan milagros. Quiero aprender a ser como este jefe de los judíos, que siguió buscando alternativas aun cuando su hija estaba muerta. Quiero convertirme en un hombre de fe. Hoy también te quiero pedir por mis hijas. Enséñame a ser un padre que siempre ve una posibilidad para que ellas tengan más vida. Por último, también quiero pedirte que me enseñes a andar por mi vida como andas Tú: ayudando. Dame generosidad y fecundidad. AMÉN.