Evangelio según Juan 8, 12-20

Lunes de la quinta semana de cuaresma

 

Jesús dirigió la palabra a los fariseos, diciendo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida”. Los fariseos le dijeron: “Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale”. Jesús les respondió: “Aunque Yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; Yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy Yo solo el que juzga, sino Yo y el Padre que me envió. En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí”. Ellos le preguntaron: “¿Dónde está tu Padre?” Jesús respondió: “Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre”. Él pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora. 

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“Mi juicio vale porque no soy Yo solo el que juzga, sino Yo y el Padre que me envió”

 

Es como si Jesús me dijera: “Cuando lees este texto lo primero que surge en ti es un sentimiento buenista. Asumes que vas a estar con un tatita Dios bonachón y blandengue. Que si ‘eliges con Dios’ te va a ir bien. Que si eliges con Él, Él te va a pagar con serenidad y abundancia. Pero cuando te enfrentas a este texto desde la perspectiva de cuaresma ves que eso es precisamente lo que me llevó a la cruz. Esa es mi invitación. Ven conmigo a la cruz. Toma posición. Que yo voy contigo a la muerte y a que el Padre nos dé la resurrección.”

 

Estos días he pensado mucho que está bien tomar una posición respecto a las cosas. He descubierto que sin un juicio de valor no puedo elegir lo bueno y rechazar lo malo. He tenido que tomar determinaciones. Y me he preguntado mucho sobre cómo hacer un discernimiento que sea bueno consistentemente bueno para mí, los míos y los que se me han confiado. Jesús me muestra que puedo unir mi juicio al del Padre. Y que eso puede tener consecuencias graves y dolorosas: puede terminar en cruz. Me da miedo tomar decisiones tan fuertes, pero creo que, por lejos, todas las otras opciones son peores.

 

Jesús, acompáñame en medio de este miedo que siento. Nunca antes había sido tan duro tomar decisiones, porque las cosas no están resultando cómodas ni fáciles. Dame reciedumbre y serenidad para permanecer fiel a mis decisiones. Muéstrame tu amor y la compañía del Padre. Profundiza en mí una confianza en la alianza de amor que sellé con María. Que este camino de conocerte me permita conocer profundamente al Padre, que permite la cruz para habilitar la resurrección. AMÉN