San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia
Evangelio según San Lucas 9, 46-50
Lunes vigesimosexto del tiempo ordinario
A los discípulos de Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: “El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande”. Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros”. Pero Jesús le dijo: “No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes”.
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
“..el más pequeño… es el más grande”.
Pareciera que Jesús me dice: “El más pequeño es el más grande. No te confundas. Busca la sencillez en ti. No la busques en comparación con otros. No ganas nada con compararte con otros. En cambio, gana mucho aprendiendo de otros y sirviendo a otros. Tú, que tienes hijos, aprovecha esta oportunidad para descubrir en ellos la sencillez que debes conquistar en ti. No solo se trata de reconocer los aspectos admirables de estos niños, sino que de descubrir sus momentos de vulnerabilidad profunda. Muchas veces esos momentos son los que tienen mayor riqueza para tu propia infancia espiritual.”
Estoy muy contento de ser papá de mis hijos. Es lindo serlo, y no me ha resultado apabullante ni terrible. Pero veo que hay una tremenda oportunidad que no he aprovechado completamente. Una oportunidad de reconocer mi propia vulnerabilidad y entregársela a Jesús. Porque muchas veces me cuesta conectar con mis sentimientos incómodos, pero cuando miro los sentimientos incómodos en mis hijos me resulta muy evidente. Y, al mismo tiempo, veo que son sentimientos incómodos que puedo encontrar en mí.
Jesús, hoy quiero aprender a ser más como un niño. Quiero acercarme a Ti de una forma más sencilla. Quiero invitar a mi vida la experiencia de vulnerabilidad que aprende a abandonarse en las manos del Padre. Y también quiero aprender a confiar y entregarme con alegría. Enséñame a vivir como si estuviera jugando. Quiero jugar tu juego, Señor. Quiero construir una relación contigo y con todo el universo desde la sencillez la confianza y la alegría. AMÉN