Evangelio según Lucas 6, 12-19

Trigésimo lunes del tiempo ordinario

 

Jesús se retiró a la montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban sanos; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

 

Meditación de Juan Francisco Bravo Collado

 

“Jesús se retiró a la montaña para orar”

 

Es como si Jesús me dijera: “Sube a la montaña a rezar. Subir a la montaña no se limita a permanecer ahí, también es dejar lo que hay abajo. Es un acto de desprendimiento, porque dejas algo para buscar otra cosa: perspectiva. Eso requiere alinear: mirar bien, identificar lo que no está en el lugar correcto y acomodar. Cuando te invito a subir a la montaña te invito, además, a que acomodes tus cosas – que prepares: que converses, siembres y dejes las cosas organizadas. De esta forma, cuando estás arriba -en contacto con tu Padre del Cielo, en unión con la tierra y la creación, en intimidad con tu propio corazón- tienes bien puesta tu atención en el rezo y dejas que el Espíritu ilumine tu ser como lo hizo conmigo en el Tabor. Así ves más y mejor.”

 

Hace algunos años me comprometí a subir cuatro veces a la montaña por cuatro días y cuatro noches. Ese tiempo en la montaña se pasa sin comer, beber, hablar ni resguardarse bajo techo. Las veces que lo he hecho ha sido una experiencia dura, pero también linda y profunda. Hoy veo que se me complicará estar ahí en un par de meses, cuando se cumpla de nuevo el tiempo de presentarme en la montaña. No por el hambre, la sed o el frío, sino que por la logística con la familia y el trabajo. Y no quiero faltar a mi compromiso pero tampoco quiero ser irresponsable o descuidado. Hay cosas ahí que tengo que alinear y debo comenzar a trabajar ahora.

 

Señor, eres grande y sabio. Me desafías en dimensiones que me sorprenden. Gracias por este camino que me has puesto, que tiene curvas y desvíos que yo no imaginaba. Tú sacas lo mejor de mí. Tú me haces crecer en aquello que más me importa y que mejor me ayuda a prosperar. Gracias porque el crecimiento que me pides es por mí y por todas mis vinculaciones. Te bendigo y te reconozco. Quiero ser un verdadero adorador. Quiero ser agradecido. Dame un corazón de niño. Dame un corazón sencillo. Hoy comienzo a trabajar -con estrategia, planificación, previsión y transparencia- para que en el futuro pueda permanecer fiel a mi corazón y mi compromiso contigo. AMÉN