Evangelio según Marcos 3, 22-30

Lunes de la tercera semana del tiempo ordinario

 

Los escribas que habían venido de Jerusalén decían acerca de Jesús: “Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios”. Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: “¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Solo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu impuro”.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?”

 

Jesús me dice: “¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? No puede. Pero, más allá de hacer un ejercicio de lógica, me preocupa cuando ustedes llegan a explicaciones retorcidas para llegar a la conclusión que les conviene. Porque esto es lo que están haciendo los escribas: no les acomoda que yo sea lo que soy, y buscan esta explicación rebuscada para desacreditar. Ese es el origen del ‘pecado contra el Espíritu Santo’: el acomodar las cosas según a cada uno conviene y propagar la falsedad. Hoy, en estos momentos en que tantos se han dedicado a usar el nombre de mi Padre para propagar sus propias agendas personales, te invito a alabar y a ofrecer en silencio.

 

Señor, me impresiona este Evangelio. Me choca que haya un grupo de pecados que no se perdonan. No creo poder entenderlo en el mediano plazo. Pero cuando lo medito creo que no es algo que me afecta de forma directa. Sé bien cuántos defectos tengo, pero realmente creo que esto contra lo que hablas hoy no es uno de los míos. Intento buscar tu Palabra y tu rostro con sinceridad. He hecho un discernimiento en esta meditación, y no veo ejemplos claros de ocasiones en las que yo haya retrucado tus palabras para acomodarlas a lo que me conviene a mí. Me siento aliviado, pero a la vez confundido.

 

Señor, no puedo entender este Evangelio. No puedo comprender que Tú, que hablas del hijo pródigo, que eres capaz de morir por mí, que dejas noventa y nueve ovejas abandonadas para salvar a la única que se perdió, seas incapaz de perdonar un pecado. Siento que mis pecados más recurrentes son más graves que esta confusión que tienen algunos de mis hermanos. Te quiero pedir compasión y comprensión por ellos. Te quiero pedir claridad para que cuando yo caiga en cosas parecidas sea capaz de identificarlas y detenerlas. AMÉN