Evangelio según San Lucas 19, 16-22
Vigésimo lunes del tiempo ordinario
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Él le preguntó: ¿Cuáles? Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama al prójimo como a ti mismo». El muchacho le dijo: Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta? Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo. Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
Meditación de Francisco Bravo Collado
Es como si Jesús me dijera: “Sabes bien que el dinero no es la única forma de ser rico. Y esto es importante, porque saberlo te permite construir la riqueza que realmente anhelas; como el joven del Evangelio. Pero tener un tesoro conlleva el riesgo de ser esclavizado por él. Aunque el tesoro sea algo bueno, ser su esclavo es malo. Y eso es cierto, independientemente de que tu tesoro sea el dinero u otra cosa. Te hago un llamado a la libertad. Libertad incluso respecto a tesoros que yo mismo te he dado, como tu familia.”
Me imagino que muchos se podrán escandalizar de esta meditación. Alguien dirá: “¿Cómo? ¿Pancho Bravo está diciendo que Jesús lo invita a abandonar su familia? ¿No es, acaso, la familia lo más importante?”. No nos confundamos. El llamado que me hace Jesús es a ponerlo a Él en el centro de mi vida. Y dejar de ocupar como excusa mi familia para dejar de salir a buscarlo a Él. Este último tiempo he tenido la tentación de dejar de hacer lo correcto por quedarme resguardado regaloneando a los míos. Ellos son mi tesoro… y también mi espacio cómodo. Para otros serán otras cosas; para mí son ellos. Y cuando Jesús me llama a la oración, al apostolado y a la comunidad; a decir verdades incómodas; a tomar responsabilidades demandantes; también me pide que yo y mi familia salgamos de la comodidad.
Jesús, te ofrezco mi discernimiento. Envía tu Espíritu Santo para que pueda encontrar el camino que Tú me regalas. Dame serenidad y visión para tomar decisiones generosas. Dame sabiduría para que lo que yo haga como marido y papá no sea solo lo cómodo. Muéstrame cómo guiar a los míos, con optimismo y reciedumbre, hacia la mesa del Padre del cielo. Cuídame cada día en cada momento. AMÉN