Evangelio según Lucas 18, 35-43
Trigesimotercer lunes del Tiempo Ordinario
Cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” “Señor, que yo vea otra vez”. Y Jesús le dijo: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”. En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“… empezó a gritar.”
Jesús me dice: “Tú eres este ciego, hijo mío. A ti es a quien hacen callar. Si tú no gritas, yo no te puedo escuchar. Levántate, ¡grita! ¡Llámame! Yo soy el Hijo de David, el prometido de los pueblos, el Salvador, la bandera dividida. Si no me llamas, si no alzas tu voz, no puedo escucharte. Yo te puedo salvar, yo te puedo devolver la vista. Pero para que te pueda sanar, tienes que gritar y pedirme lo que quieres.”
Cuando yo era chico, y gritaba más de lo que los adultos quisieran, mi papá me llamaba Bartimeo; ese era mi sobrenombre. Hoy día, es un sobrenombre muy significativo: me dice quién tengo que ser, cómo tengo que gritar. Tengo que gritar con fe, que mi voz se alce por sobre el bullicio, que llegue a los oídos del Hijo de David. Este Evangelio despierta mi vocación a la oración activa, a la oración a gritos, a remecer al Señor si no me escucha.
Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. No veo. Soy ciego. Necesito que me des la luz, que me envíes tu Espíritu. Todos los días pasas por el camino donde yo, ciego, pido limosnas. Todos los días debo gritarte, y evitar que me hagan callar. Todos los días debo esforzarme para obtener tu bendición. Debo luchar como Tobías. Hoy nuevamente te pido: ten compasión de mí. Sáname para que pueda recuperar la vista y seguirte por el camino. AMÉN