Evangelio según San Mateo 10, 34—11, 1
Lunes de la decimoquinta semana del tiempo ordinario
Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”. Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“No vine a traer la paz, sino la espada”
Siento que Jesús me dice: “Yo he venido a traer la división, y estarán los unos contra los otros. Ustedes se asustan con estas palabras, y está bien que sea así. Quiero que entiendan que seguirme a Mí no es solo dulzura y paz, sino que –la mayoría de las veces- es muy difícil, y que ser de los míos requiere carácter y decisión. Quiero que los míos sean audaces y determinados. Quiero que enciendan fuego donde vayan, como Alberto Hurtado, y que no tengan miedo de envolverse en polémicas si es que estas cuestiones llevan a la verdad.”
Me chocan estas palabras. Me cuesta permanecer tranquilo ante Jesús que, pareciera que es tan manso: viene a sanar a los enfermos y no a los sanos, viene por los pecadores y no los justos; evita que apedreen a la adúltera; pone al amor como primer mandamiento; nos pide que saludemos anunciando la paz y que ofrezcamos la otra mejilla… Pero en este Evangelio es muy distinto: dice que viene a traer la división, y que las familias serán desunidas. Me molesta este punto negro y desagradable en su doctrina, que me revienta en la cara justo cuando creo que tengo tan claro lo que quiere Jesús de nosotros.
Jesús, enséñame a entender tu Evangelio. Que aprenda a poner la otra mejilla cuando se trata de mi orgullo egoísta y cómodo, pero que también sea capaz de encender fuego cuando se trata de tu Palabra y de tu Iglesia. Quiero ser de los tuyos, a pesar de que los que están contigo no tienen dónde reposar su cabeza. Regálame una profunda Fe Práctica en la Divina Providencia, para que en todas las situaciones esté anclado al corazón de tu Padre, que ahora –gracias a Ti- también es el Padre mío. AMÉN.