San Martín de Tours, Obispo

Evangelio según Lucas 17, 1-6

Trigesimosegundo lunes del tiempo ordinario

 

Jesús dijo a sus discípulos: “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo”. Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería”.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“Perdónalo”

 

Es como si Jesús me dijera: “Me molesta que ustedes sean tan buenos para juzgar a sus hermanos, es como si no conocieran todo lo que yo he hecho por ustedes, y hasta qué punto les he perdonado. Ustedes se olvidan de que mi mensaje no solo es una declaración de amor de Dios hacia ustedes, cosa que es muy importante, sino que también es un mensaje de cómo se deben amar unos a otros. Entonces, para esa costumbre tuya de creerte superior y de andar decidiendo qué está bien para los demás: tú eres juez en lo tuyo, no en lo ajeno.”

 

Me impresiona este Evangelio. No siento que tenga que perdonar a mucha gente, pero cuando miro dentro de mi corazón me doy cuenta de que soy bueno para juzgar al resto: de uno pienso que anda siempre atrasado, de otro que es demasiado cuadrado, de otro que debería ser más considerado con sus hijos, etc. Me pongo a juzgar, cuando mi rol no es ese. Es verdad que hay cosas que son objetivamente malas para el hombre, pero no soy yo quien va a juzgar a las personas, porque ni siquiera he solucionado mis propios temas.

 

Señor, te pido perdón porque me tomo las atribuciones que no me corresponden. Me pongo a juzgar y a exigirles a otros que paguen sus deudas, cuando yo sé bien que la deuda que tengo contigo no te la he pagado nunca, y que Tú me la perdonaste. Eres un Dios bueno y cariñoso. Gracias por hacerte hombre, y venir a nosotros para predicar con el ejemplo y no solamente con teorías. AMÉN