Evangelio según San Mateo 5, 1-12En
Lunes de la semana décima del tiempo ordinario

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”.

Meditación de Francisco Bravo Collado

“Felices…”

Jesús me dice: “Quiero que seas feliz. Que vivas en continua felicidad y entrega al Padre. Quiero que veas cómo tu vida y las cosas que te pasan son un camino que te conduce hacia la casa Paterna, en el cielo, donde yo te espero y te tengo preparada una habitación; donde hay una mesa inmensa preparada para los míos, donde caben todos, y todos estaremos juntos compartiendo y gozando en la gloria. Quiero que aprendas a poner primero lo primero y que puedas dejar atrás todas las ilusiones de felicidad que no son más que esclavitud. Por eso levántate y camina hacia esta mesa que te prometo, camina con reciedumbre, porque el camino es duro y requerirá tu mejor esfuerzo; pero yo siempre estaré contigo.”

Leer este Evangelio me llena de paz. Hace que mis preocupaciones se sientan más pequeñas y manejables. Me siento tranquilo, además, porque no las anula ni las minimiza… sino que las pone en perspectiva. Por otro lado, veo que quisiera que mi vida, mi matrimonio, mi familia y quienes me rodean sean felices, y el camino de felicidad que Jesús me ofrece es muy distinto al que tiendo por instinto. Me siento apremiado, porque veo que hay muchas bienaventuranzas que no me alcanzan; y, al mismo tiempo, descubro que estoy entusiasmado: lleno de ganas de transformar mi vida para seguir a Jesús.

Jesús, envía tu Espíritu sobre mí, para transformar mi vida y la de quienes me rodean. Transforma mi corazón de piedra en un corazón de carne viva, que bombee sangre y energía a todas partes, que se conmueva con las miserias mías y de mis hermanos, y que me permita reconocer tu rostro cuando te vea. Ayúdame a buscar incansablemente la felicidad de los bienaventurados que construyen tu reino. Ayúdame a renunciar una y otra vez a todo aquello que, falsamente, parezca felicidad, pero no es más que esclavitud. Hazme libre, y enséñame a caminar con los míos hacia la mesa de tu Padre. AMÉN.