Evangelio según Marcos 6, 53 – 56

Lunes de la quinta semana del tiempo ordinario

Santa Escolástica, virgen

 

Después de atravesar el lago, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que Él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan solo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban sanos.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

Y los que lo tocaban quedaban curados

 

Dios Trino me dice: “Tú te sorprendes de mi poder, porque los enfermos quedaban curados con solamente tocar el borde del manto. Me alegro que te sorprendas, pero también date cuenta que soy Yo quien hice todo. Y lo hice todo para que encontraran salvación y plenitud en Mí. Yo hice el manto y la mano que lo toca; yo hice al enfermo y su enfermedad; y también los alimentos que el enfermo come, el aire que respira, la tierra que habita, la cultura en la que se desenvuelve, la esperanza que lo alienta. Todo lo hice Yo. Y lo hice por amor. Qué bueno que te sorprendas de que sane con mi manto, pero también te invito a sorprenderte de lo que venía antes de la enfermedad.”

 

Ante este Evangelio me siento maravillado del poder de Jesús. Y cuando lo medito, llego a una conclusión que, casi, podría venir de cualquier otro texto. Pero no es una conclusión descartable, sino que es importante: Dios lo hizo todo. Me siento abrumado, sorprendido y fascinado por su omnipotencia. Y, simultáneamente, veo lo maravilloso que es reconocerme hijo suyo; y saber que se hizo hombre por mí, para salvarme y conocerme; y que no solo es omnipotente, sino que además necesita que yo, libremente, lo elija a Él para conducir al mundo hacia Él.

 

Bendito seas, Señor, que sanas con la borla de tu manto. Porque tu poder es infinito y tu amor no tiene fin. Tú lo hiciste todo, y lo hiciste por amor. Tú, con tu cariño eterno, sostienes la creación. Tú nos das los dones que nos permiten encontrarte en la escritura, en la iglesia y en nuestros hermanos. Tú nos das la sanación y llenas de sentido nuestras vidas. En Ti, y solo en Ti, nuestro corazón encuentra reposo, y nuestra vida se hace plena. Tú nos haces libres y responsables de encontrarte, de llevar nuestros hermanos hacia Ti y de cuidar el universo que nos has regalado. Haznos conscientes de tu amor y tu poder; y danos la alegría de encontrarte en los detalles más sencillos. AMÉN