Evangelio según Juan 6, 22-29
Lunes de la tercera semana de Pascua
Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron, “Maestro, ¿cuándo llegaste?” Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?” Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que Él ha enviado”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?”
Jesús me dice: “Lo que yo les pido en primer lugar es que se acerquen a Mí, que crean en Mí, y sean mis amigos. Antes de pedirles obras, les pido que estén a mi lado y que me den su corazón. Pero ustedes son como los hombres de esa época, aquellos que rodean el lago no porque quieren estar conmigo, sino que porque quieren más pan. Quieren empezar haciendo y mostrando, pero yo les pido que empiecen creyendo… y esto les incomoda. Yo les ofrezco una fecundidad que es menos visible, pero muchísimo más fértil y más profunda… pero primero crean en Mí.”
¡Cuántas veces nos preguntamos qué es lo que debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios! Cuando cantamos, cuando rezamos con el corazón, cuando nos encontramos de frente con Jesús queremos ofrecerle nuestra vida, un vida grande, llena de sacrificios. Nos imaginamos como liberadores de nuestros hermanos rompiendo cadenas, emprendiendo grandes tareas. Pero cuando le preguntamos a Jesús qué es lo que debemos hacer, qué obras espera de nosotros, nos pide algo mucho más simple (casi nos ofende): que creamos en Aquel que el Padre ha enviado, que creamos en Él.
Gracias Señor por ser tú mismo el regalo más grande, el punto más importante de mi encuentro con el Padre. Tú pones primero mi alianza de amor contigo, y después pones lo que haga o no haga. Pones primero el corazón y después el músculo. Te alabo y te bendigo por eso, porque así los más pequeños pueden ser más que los grandes; porque ante Ti todo cambia de perspectiva, todo tiene una lectura nueva y fresca. Ayúdame a creer en Ti, a cultivar una relación estrecha y personal contigo. Dame tareas, pero primero dame tu amistad. AMÉN