Evangelio según San Mateo 14, 13-21

Lunes de la semana XVIII del tiempo ordinario

San Juan María Vianney, presbítero

 

Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos”. Pero Jesús les dijo: “No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”. Ellos respondieron: “Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados”. “Tráiganmelos aquí”, les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“No hace falta que vayan; denles ustedes de comer.”

 

Jesús me dice hoy: “Den ustedes de comer a mi Iglesia. No me basta con que se preocupen de las cosas prácticas y me las hagan saber. No me es suficiente vuestro espíritu de oración y de confianza. Yo necesito que pasen a la acción y me entreguen lo que tengan, y me dejen hacer con eso las maravillas que ustedes no se imaginan. Pero para eso, primero, deben cambiar la actitud y dejar de pensar que yo lo voy a solucionar. Primero necesito que me den todo lo que tengan”.

 

Me abruma este trabajo al cual me invita Jesús. No tengo herramientas. Me siento gordo y acomodado, flojo y urbano. A veces creo que con rezar y pedir, voy a solucionar las cosas; o por el contrario, que yo solo voy a ser capaz de sacar adelante situaciones que necesitan de mucho más. Hoy día quiero cultivar un espíritu diferente: poner todo lo que está de mi parte, y confiar en que no soy yo, sino el amor de Dios, quien obrará maravillas.

 

Jesús, gracias por venir a mí este fin de semana en que estoy tan cómodo y tranquilo. Es el momento para juntar fuerzas y ver las cosas en sus verdaderas dimensiones. Perdón porque no estoy poniendo todo de mi parte o porque creo que solo yo puedo solucionar algunas cosas. Enséñame esa actitud de entregarlo todo, sabiendo que es ridículamente pequeño para la tarea que afronto, y la actitud de confiar que en tus manos, todas las pequeñeces son grandes.” AMÉN