Evangelio según Lucas 4, 14-22
Jueves del tiempo de Navidad
Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio a favor de Él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“Hoy se ha cumplido este pasaje”
Es como si Jesús me dijera: “Yo soy la respuesta. El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ha consagrado por la unción. Descansa y cree. La espera ha terminado. Finalmente, la bendición y la salvación están aquí para ti y para todos los tuyos. Así que alégrate y regocíjate conmigo. Pero no esperes la salvación bajo tus condiciones. No esperes poner tú los términos de cómo esperas que sea: soy yo el que te voy a decir cómo, cuándo y dónde encontrarás la salvación. Así que, si quieres venir conmigo, prepárate para un tiempo duro y lleno de bendiciones. Tu alegría y tu salvación están donde menos lo esperas.”
Me da miedo este texto. Sé que mi salvación está en Jesús, pero no quiero entregarle a Él las llaves para que me salve según sus términos. Me aferro a mi propia definición de éxito. Me rehuso a confiar en Él. Por un lado, siento ganas de saltar adelante, de ir con Él y seguir su camino, pero, por otro lado, me siento incapaz de tomar las decisiones, de mantener la fidelidad y conservar el rumbo. Tengo una larguísima historia de redención, de perdón y de nuevas oportunidades; y creo que una vez más Jesús me invita a convertirme. ¿Qué debo hacer? Meditar, praxis providencialista y un par de cosas muy concretas que debí haber hecho ya hace algún tiempo. ¡Manos a la obra!
Jesús, recíbeme de nuevo entre los tuyos. Gracias porque una y otra vez me das la oportunidad de volver a tomar el arado y mirar hacia adelante. Perdona por todas las veces que he mirado hacia atrás y me he distraído de la verdadera tarea a la que Tú me invitas. Quiero ser de los tuyos, quiero que me salves bajo tus condiciones -no las mías-, quiero que tu Gracia me visite y que suscite en mí una fuerza de salvación para tu pueblo; aun cuando eso signifique cruz y dolor. Que conste que vengo a ti cansado y agobiado, confiando en que de alguna forma Tú me vas a dar las fuerzas que no tengo. AMÉN