Evangelio según San Mateo 20, 20-28
Jueves de la decimosexta semana del tiempo ordinario
Fiesta de Santiago Apóstol
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante Él para pedirle algo. “¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé?” “Podemos”, le respondieron. “Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”. Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Meditación Sebastián Castaño Fueyo
“El que quiera ser grande, que se haga servidor”
Jesús parece decirnos: los invito a seguirme y a beber del mismo cáliz que Yo bebí. Busquen siempre ser buenos y fieles ante los ojos de Dios, siendo activos servidores de quienes Él pone a su alcance, estando dispuestos a sacrificarse por otros. Cuiden que sus propios intereses no les impidan entregar y servir a otros como Dios Padre espera de cada uno de ustedes. Y no busquen ejercer poder sobre otros, más bien sean responsables con el rol que Dios les ha permitido tener.
Debo evitar caer en la tentación de pensar que siguiendo a Jesús soy merecedor de beneficios o de una vida sin sufrimientos o cruces que cargar. Naturalmente busco que todo “esté bien”: en mi vida, con mi familia, en el trabajo, etc. Pero este Evangelio me hace pensar en cómo Dios quiere que enfrente el sufrimiento, ya sea el propio o también el que puedan enfrentar otros. Jesús nos dejó su ejemplo de vida como modelo a seguir, y ese debe ser mi norte.
Querido Jesús, siendo todo poderoso, te hiciste hombre y conociste el dolor y la humillación, pero no caíste en la tentación del poder, ni buscaste evitar tu Cruz. Tú conoces perfectamente cuanto soy, quisiera ser un digno servidor en quien Tú puedas confiar. No dejes que busque el poder mundano como fuente de satisfacción y reconocimiento. Frente a mis cruces, ayúdame a mantener la esperanza y dame la fuerza para mantenerme alegre por la vida. AMÉN