Evangelio según Lucas 12, 49-53

Jueves de la semana vigesimonovena del tiempo ordinario

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!

 

Jesús parece decirnos: anhelo que mi vida, mi enseñanza, mi palabra y mi cruz sean para ustedes fuentes de vida. Que la luz y chispa que recibiste en tu bautizo arda y crezca en tu corazón por siempre. Que ese fuego sea para ti fuente de vida y de energía para actuar según el amor de Dios Padre: caridad, misericordia, bondad, alegría, agradecimiento, perdón, sean para ti características a conquistar día a día, aun cuando puedan resultar en división interna para ti o división con otras personas.

 

Seguir a Cristo me supone entrega y coherencia en varios ámbitos de la vida, y eso me puede generar tensión o conflicto interior. Jesús nos pide un amor a fondo, no tibio, un sentimiento profundamente anclado en nuestro corazón. Si no arde el fuego de Dios en mi corazón, fácilmente puedo perder el rumbo y olvidar la caridad. Caridad y amor es lo que Dios espera de nosotros. Pero mi naturaleza humana me hace caer una y otra vez ante la luz de su Palabra. Necesito alimentarme de Cristo para mantener vivo el fuego de su amor.

 

Querido Señor, gracias por estar siempre atento y disponible para acompañarnos en nuestro caminar por la vida. Sé que muchas veces soy indiferente o pasivo en responder a tu presencia. Tu Palabra es verdadera, me motiva y cautiva, pero al mismo tiempo a veces me incomoda y me cuesta cumplirla, alejándome de Ti y de otros. Que tu fuego Señor queme mi pecado, mi egoísmo, y me dé la energía y la fuerza que necesito para movilizarme y cambiar lo que Tú quieres que cambie. AMÉN