La Asunción de la Virgen María

Evangelio según San Lucas 1, 39-56

Decimonoveno jueves del tiempo ordinario

 

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”. Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!  Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

“Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios”

 

Jesús parece decirnos: ahí tienen a su Madre María, acérquense a ella, cobíjense en sus brazos, busquen sus gracias y aprendan de su infinito espíritu de servicio, entrega y fe. Ella se movilizó por fe, creyó en la grandeza de Dios y se puso a disposición con humildad para cumplir su misión. Así lo expresa con belleza en el Magníficat. María asunta les muestra a ustedes, peregrinos, la meta que deben perseguir en sus vidas: ir a la casa del Padre que los espera con amor.

 

Me impresiona la grandeza de María porque desde su pequeñez y sencillez es capaz de grandez cosas, por su fe. Así como María, siento que estoy llamado a dejar que Dios actúe en mi vida y a la vez buscar salir al encuentro de otros para compartir el amor y misericordia que recibimos gratuitamente de Dios. El amor y fe que muestra María hacia Dios es ejemplo para nosotros, así debiera ver yo al Señor y cantarle en alabanza. Porque Dios nos regala alegrías y es día a día misericordioso con sus hijos, a pesar de las incertidumbres y dolores.

 

Querido Señor, te alabo y adoro humildemente. Tú concedes todos los bienes que nos alimentan verdaderamente para la vida eterna. Gracias por el infinito amor y misericordia que tienes por nosotros. Gracias por María, tu madre y también nuestra madre, que nos colma de gracias y nos guía para que permanezcamos cerca tuyo. Que por intercesión de María pueda llegar a tu casa Señor. AMÉN