Evangelio según Marcos 7, 24-30
Jueves de la quinta semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, partiendo de allí, Jesús se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicio de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» Entonces, Jesús le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.» Ella volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.
Meditación de Sebastián Castaño Fueyo
«Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.»
Jesús parece decirnos: Todos están llamados a saciarse con el amor de Dios. Aprendan de esta mujer, que se acerca a Mí con humildad y con total confianza en la misericordia del Señor. Sientan la necesidad de acercarse a Dios, sean perseverantes en su búsqueda y nunca duden del poder transformador que el amor de Dios puede tener en su vida. El estará atento a responder a su llamado de modo que vayan descubriendo el camino de alegría que tiene preparado para cada uno de sus hijos.
Esta mujer que no conocía a Jesús, me demuestra que no hay barreras para llegar a Dios. Con decisión y esperanza, se postró, y con insistencia pidió unas “migajas” confiando que serían suficientes para sanar a su hija ¿Soy un necesitado del favor de Dios y un humilde agradecido de los regalos que recibimos de Él? Por otra parte, así como lo hizo esta madre, también me enseña lo importante de reconocer el valor de rezar por otros, teniendo a otros más presente.
Querido Jesús, gracias por estar siempre disponible para escucharme sin barreras y por la vida que me regalas. Dame la gracia de conquistar la oración para que se transforme en un hábito. Quisiera orar con la fe y esperanza de la mujer de este Evangelio, confiando siempre en tu amor y poder transformador. Quisiera la humildad para sentirme siempre necesitado (y agradecido) de tu favor. Con la intercesión de María quiero estar más cerca de Ti. AMÉN.