Evangelio según san Mateo 5, 20-26

Jueves de la décima semana del tiempo Ordinario

 

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: «No matarás», y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero Yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y solo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

“Ve a reconciliarte con tu hermano”

 

Jesús parece decirme: intenta acoger y perdonar a otros siguiendo el ejemplo y la enseñanza que les he dejado. Así como mi Padre te acoge y te perdona, con amor y misericordia, busca tú también perdonar con amor y misericordia a quienes sientas que te han ofendido. No guardes en lo secreto de tu corazón, ni rencor, ni prejuicios, ni rabia, ni ganas de venganza, porque te llevarán a la tristeza y te alejarán de mi amor. Yo te acepto y te amo tal como eres, a pesar de tus caídas, con tus virtudes y debilidades. Busca tú también hacer lo mismo y ve a reconciliarte con tu hermano.

 

Reconozco mi dificultad para acercarme a otro cuando tengo un desencuentro o siento que me han ofendido. Pienso que el ejercicio interior de reconciliación supone primero buscar la paz y el amor de Cristo en el corazón, y luego guiado por su gracia, ir al encuentro de aquella persona con la que tengo el problema. Pero me cuesta, ya sea porque soy impulsivo y reacciono mal, o porque omito y no genero la instancia de reconciliación. En cualquier caso se acumula frustración y no estoy actuando como Jesús nos enseña.

 

Querido Jesús, sé que me has perdonado muchas veces, incluso sin que yo te lo haya pedido. Tú eres el máximo ejemplo de misericordia y perdón; Tú nos enseñaste la ley del amor. Ayúdame Señor a tener un corazón siempre dispuesto a perdonar y la humildad para saber pedir perdón y también aceptar el perdón. Enséñame a no guardar rencor y a confiar en el camino de reconciliación que Tú me propones. María enséñame cada día a relacionarme mejor con Dios y con el prójimo. AMÉN