Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América
Evangelio según Lucas 1, 39-48
Jueves de la segunda semana del tiempo de adviento
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”.
Meditación de Sebastián Castaño Fueyo
“Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios”
Jesús parece decirnos: acérquense a su Madre María; cobíjense en sus brazos, busquen sus gracias y aprendan de su infinito espíritu de servicio, de alegría, de entrega y fe. Ella se movilizó por fe, creyó en la grandeza de Dios y se puso a disposición con humildad para colaborar con su Reino. Así lo expresa con belleza en el Magníficat. María asunta les muestra a ustedes, peregrinos, la meta que deben perseguir en sus vidas: ir a la casa del Padre que los espera con amor.
Me impresiona la grandeza de María porque desde su pequeñez y sencillez es capaz de grandes cosas, por su fe. Ella nos muestra algo paradójico, porque María se declara servidora y esclava del Señor, pero eso la hace bendita entre todas y libre para ser feliz en su vida. Así como María, siento que estoy llamado a dejar que Dios actúe en mi vida y a la vez buscar compartir el amor y misericordia que recibimos gratuitamente de Dios. El amor y fe que muestra María hacia Dios es ejemplo para nosotros, así debiera ver yo al Señor y cantarle en alabanza.
Querido Señor, te alabo y adoro humildemente. Tu concedes todos los bienes que nos alimentan verdaderamente para la vida eterna. Gracias por el infinito amor y misericordia que tienes por nosotros. Gracias por María, tu madre y también nuestra madre, que nos colma de gracias y nos guía para que permanezcamos cerca tuyo. Que nuestra felicidad se fundamente siempre en tu amor. Que por intersección de María pueda llegar a tu casa Señor. AMÉN