Evangelio según Mateo 10, 7-15

Jueves de la decimocuarta semana del tiempo ordinario

 

Jesús envió a sus doce apóstoles, diciéndoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

“Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente

 

Jesús parece decirnos: Reciban con humildad el amor de Dios y cuídense de no rechazarlo.  Vivan en la alegría de saberse infinitamente amados por Dios y compartan ese mismo amor. El amor de Dios no se merece, ni se gana por méritos o esfuerzos que hagan durante su vida, porque Él ama gratuitamente, sin medida e incondicionalmente a todos sus hijos por igual. Anda y ama, da al que te pide, acércate al que necesita… no te pido grandes obras, solo un corazón dispuesto a dar y tus manos dispuestas al servicio.

 

Una vez más Jesús nos invita a ser su apóstol, imitando su vida, y que entremos en la lógica del evangelio: si recibimos gratuitamente de Dios, entonces demos gratuitamente a nuestros hermanos. Si se nos ama incondicionalmente, entonces intentemos amar sin condiciones, y sin exigir “méritos” de otros. Sin duda esto me resulta difícil, se requiere humildad. Debo ser dócil para dejarme amar por Dios, buscando que su amor permanezca en mí. Al mismo tiempo estar atento a compartir el amor de Dios sin condiciones.

 

Querido señor Jesús, gracias por tu amor incondicional. Tú que fuiste el ejemplo máximo de entrega por nosotros, te pido me ayudes a no olvidar el llamado que me haces de ser verdadero apóstol tuyo. No permitas Señor que el quehacer diario me aleje de lo fundamental y que pueda vivir con la alegría de saberme amado por Dios. Tú me conoces Señor, pongo ante Ti mis debilidades, mis talentos y mi anhelo de ser un digno apóstol tuyo; concédeme la gracia de saber compartir activamente tu amor. AMÉN.