Evangelio según Juan 20, 24-29

Jueves de la decimotercera semana del tiempo ordinario

 

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con los otros discípulos cuando se presentó Jesús resucitado. Ellos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!” Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”.

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

“En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”

 

Jesús parece decirnos: El acto de fe de Santo Tomás, al ver mi humanidad resucitada, fue creer que estaba frente a Dios mismo, diciendo “Señor mío y Dios mío”. Ustedes que han venido después no me han visto como lo hizo Santo Tomás, pero si tienen a la Iglesia que es mi cuerpo, y a través de sus obras y de su comunidad que es testigo de mi amor, pueden experimentar mi presencia en medio de ustedes. Recuerden que Dios es fiel, paciente y misericordioso. ¡Que mi Paz esté siempre con ustedes!

 

Creo que Jesús me llama a confiar en su presencia, me llama a no ser incrédulo y creer verdaderamente que Él nos acompaña día a día aunque yo no lo pueda experimentar con mis sentidos. No debo desanimarme o acomodar mi fe. Quisiera acercarme con humildad, perseverancia y con silencio para escuchar la voz de Dios en mi vida y reconocer los regalos y bendiciones que nos entrega sin que nos demos cuenta, pero si miro mi historia sin duda que están presentes.

 

Querido Señor, aumenta mi fe para ser digno de recibir tus bendiciones y para poder recibir con humildad tu consuelo que da verdadera esperanza. Tú te acercas con ternura a tus hijos que están necesitados de tu presencia, y nos enseñas tus manos que nos consuelan y nos levantan constantemente. Señor dame ojos y un corazón atento para poder verte y reconocer el milagro de tu Resurrección que se manifiesta a través de tantas acciones, día a día, de nuestra comunidad la Iglesia.  AMÉN