Evangelio según San Mateo 9, 1-8
Jueves de la semana decimotercera del tiempo ordinario
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados». Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema». Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se puso en pie y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Meditación de Sebastián Castaño Fueyo
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados»
Jesús parece decirnos: recuerden que la enfermedad del alma, el pecado, es más grave e importante que cualquier enfermedad física o sufrimiento que puedan padecer en su vida. Si están sanos, den gracias a Dios por la vida, pero jamás olviden que necesitan el perdón y la misericordia de Dios para sanar su alma y salvar su vida. A través del sacramento de la confesión, busquen con esperanza sanar su alma, y reciban con humildad el perdón y la amistad del Padre.
Me pregunto, qué es más importante para mí ¿tener un alma sana limpia de pecado o gozar físicamente de buena salud siempre? En este Evangelio, Jesús nos deja bastante claro que lo peor en la vida no es la enfermedad, o el dolor, o el sufrimiento, si no que el pecado, es decir, cuando caemos en esas actitudes estables, no actos aislados, que nos alejan del amor. Tengo que reconocer esta verdad, naturalmente lo olvido, sin reconocer que debo buscar sanar el alma antes que todo.
Querido Jesús, sé que tu podrías curar cualquier enfermedad física, pero lo que más quieres es curar nuestra alma, librarla del egoísmo, del encierro. Y sé que para esto necesitas de nuestro querer. Ayúdame, Jesús a siempre querer sanar mi alma, a no olvidar el amor y misericordia que tienes por nosotros, y que tu Pascua y tu Cruz fueron justamente para salvar nuestra alma y regalarnos la esperanza de la vida eterna. AMÉN.