Evangelio según San Marcos 6, 1-6
Domingo de la decimocuarta semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“¿No es este el carpintero, el hijo de María (…)”?
Pareciera que Jesús me dice: “Yo estoy cerca de ustedes, pero aun así, ustedes insisten en buscarme lejos. Tienen esa tendencia a encontrar gurús y nuevas tendencias en la medida que les son extrañas, en situaciones completamente ajenas. Lo que yo les quiero pedir es que aprendan a encontrarme en lo cotidiano, que no se olviden que soy hombre; y por lo tanto tengo familia, tengo un origen, viví en un lugar. Búsquenme en los que están cerca.”
Cuando leo este Evangelio pienso en tanta gente que es incapaz de encontrar algo profundo en aquello que lo rodea directamente. Hombres y mujeres que buscan desesperados en cosas lejanas: una cultura oriental, un nombre en lengua extraña o alguna disciplina esotérica y oculta. Jesús vivió esto en carne propia: los suyos no creían en Él porque sabían de sus orígenes; conocían a su familia y lo habían visto crecer. Sin embargo, lo más profundo y sobrenatural está en cualquier ambiente, en cada instante. Puede encontrarse a través de un momento de tranquilidad a solas o por medio de un gran gurú llegado desde el otro lado del mundo, pero siempre es accesible.
Jesús: perdóname por todas las veces que me he escandalizado porque estás con nosotros de forma tan cotidiana. Tu amor me rodea y me acompaña en muchos momentos especiales, pero también en los más prosaicos. Gracias por ser parte de mi vida, por estar en mi infancia, por conocer a mis papás y a mis amigos. Gracias por vivir conmigo en mi casa, y recorrer mi ciudad a mi lado, entre el hogar y el trabajo. Gracias porque también nos haces ver que te rehuimos cuando estás más cerca; gracias a esto podemos estar más atentos y ser más conscientes de tu amor por nosotros. AMÉN.