Evangelio según San Marcos 5, 21-43

Domingo de la semana decimotercera del tiempo ordinario

 

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitá kum» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él.

 

Jesús me dice: “Aprende de Jairo. Él creyó en mí, me buscó y me insistió. No bajó los brazos cuando le dijeron que su hija estaba muerta, ni cuando el resto se rió de su esperanza. Tú, Francisco, tienes que ser como Jairo. ¡Que nada pueda matar tu esperanza!¡Así de fuerte! Te lo repito: no hay nada que pueda matar tu esperanza. Nada. ¿Te preocupa algo? ¿te duelen las caídas tuyas o de los tuyos? No temas, basta que tengas fe; yo conduciré a buen puerto finalmente. Todos se pueden reír. Tú, conserva tu fe, sigue insistiendo y deja que yo te conforte.”

 

Hoy, en nuestra Iglesia, tenemos muchos Jairos que la mantienen viva. Pareciera que se nos muere la fe, que se nos cae la Iglesia, que se desmorona el sacerdocio, que las comunidades que hace algunos años mantenían viva nuestra fe hoy se desmembran lenta y dolorosamente. Pero ahí están los Jairos modernos: a la siga de Jesús, pidiendo con fe y con insistencia. Y el resto se ríe; tal vez con razón. Porque pareciera que la única solución que queda es reírse. Pero ellos, los Jairos del siglo XXI, mis amigos de tantos rezos siguen al lado de Jesús. Y eso es potente. Porque lo único que nos pide Jesús para sus milagros es nuestra fe.

 

Jesús, gracias por regalarnos tantos Jairos en el mundo. En esta época, en que muchos de nosotros tenemos dudas, en que nos duele vernos tan pobres e inconsecuentes, Tú nos regalas estas personas que son el ejemplo que necesitamos. Enséñanos a aprender la actitud de Jairo de confianza ilimitada. Gracias por el testimonio valiente y sencillo de tantos amigos hombres que están en mi vida. Gracias porque quincena a quincena nos encontramos contigo de corazón a corazón. Confórtanos cuando todo nos pareciera decir que el fracaso es inminente y definitivo. Y, sobre todo, toma la fe que tenemos –poca o mucha- y haz milagros con ella. AMÉN.