Evangelio según Mateo 16, 13-19
Domingo de la decimotercera semana del tiempo ordinario
Fiesta de San Pedro y San Pablo
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Meditación de José Miguel Arévalo Araneda
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Siento que Jesús me dice: “La revelación de mi persona no es a todos y tampoco a todos por igual. Algunos dijeron que era un profeta. Entre mis discípulos solo Pedro dijo la verdad sobre Mí. Ese conocimiento le vino por revelación del Padre de los cielos. Pedro no comprendió que el Mesías debía sufrir, sino que lo llego a comprender mucho más tarde. Tú también has de hacer un camino de conocimiento del misterio de mi persona. También dije que el poder de la muerte no prevalecerá contra la Iglesia edificada sobre Pedro, entonces ten confianza en mi Palabra sobre la Iglesia, más allá de las circunstancias, de sus fallas, de sus limitaciones, de los tiempos oscuros y de pruebas.”
Me cuesta comprender y a la vez creer en esta dinámica de que el Señor se me va revelando en las circunstancias y en el trato personal con Él. Me sirve el ejemplo de Pedro, quién si bien dijo que Jesús era el Mesías, no entendió que el Mesías debía dar su vida; lo comprendió más tarde. Así también, yo esperaría que el Señor se me fuera revelando cada vez más en el tiempo, si me doy los tiempos interiores y tengo la paciencia y perseverancia necesaria. Siento que además, en esta lectura, el Señor me dice que esté atento a ver como otras personas, especialmente en mi círculo familiar, se me va revelando en su misterio, que sepa contemplarlo y agradecerlo.
Señor, te agradezco tu paciencia y sabiduría para revelarte a nosotros y hacerlo en la medida de nuestras capacidades. Agradezco tu confianza en Pedro, y a través de él en todos quienes somos parte de la Iglesia, cuando le dices a él que les darás las llaves del Reino de los Cielos, sabiendo de nuestra fragilidad. Así, entiendo que nos aseguras la asistencia del Espíritu Santo para que no nos perdamos en el camino, si nos mantenemos humildes y abiertos a su asistencia y misericordia. Te pido ayuda a Ti y a María, nuestra Madre, para que seamos capaces de ir creciendo en la confianza en otros, a ejemplo tuyo. AMÉN