Evangelio según Juan 6, 60-69
Domingo de la semana vigesimoprimera del tiempo ordinario
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?” Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del Hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
Meditación de Juan Enrique Coeymans
“¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del Hombre subir donde estaba antes?”
Pareciera que el Señor Jesús nos quiere decir: “Mi mensaje es amor y compañía. Sin embargo, muchos de los discípulos de mi tiempo se escandalizaron de lo que les predicaba. La fe de ustedes está hecha de amor y de verdad. Es lo que mi Padre me encargó que les diera a conocer. Lo medular del escándalo está en dar a conocer que la Eucaristía es una de las formas que tengo para seguir junto a ustedes. Todo mi accionar y transmitir apunta a que ustedes no teman la cercanía mía, del Padre y del amor infinito que es el Espíritu Santo. Nuestra faena es mostrar el amor a la Trinidad, cueste lo que cueste.
Lo que el Señor le dice a mi corazón, es que la Eucaristía es un regalo infinito de ternura, de cariño, de cercanía. No puedo cansarme de agradecer que nos haya regalado el Señor esa intimidad con Él. Pienso también en que encontramos a Jesús en los que sufren, a través de los mensajes que nos envía en las circunstancias y a través del encuentro humano. De verdad, Jesús es un Dios que sueña encontrarse y comunicarse con nosotros, pobres y miserables pecadores. La apertura a las diferentes formas de encuentro es hija de la locura de amor de Jesús.
Señor Jesús, te adoro en el silencio de haber conversado contigo. Bendito seas por tu cariño, que busca el bien de cada uno de nosotros. Te doy gracias por toda tu bondad, porque Tú no recuerdas mis pecados, sino que cada día nos das tu amor inmenso. No nos miras con espíritu de condenación, sino que con sencillez; como miraste al Buen Ladrón junto a la Cruz. Gracias por enseñarme cada día a tener un corazón lleno de alegría y agradecimiento. Gracias de todo corazón. Bendito y alabado seas, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. AMÉN