Evangelio según san Marcos 9, 30-37

Domingo de la semana vigesimoquinta del tiempo ordinario

 

Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará”. Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: “¿De qué hablaban en el camino?” Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: “El que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe no es a mí al que recibe sino a Aquel que me ha enviado”.

 

Meditación de Juan Francisco Bravo Collado

 

“El que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”

 

Es como si Jesús me dijera: “El que quiere hacerse el primero, debe hacerse el último de todos. El último es el más sencillo, el con menos ribetes, el más inocente. Tú quieres hacerte el primero, tú tienes ansias de hacer grandes cosas, tú eres ambicioso con tu propia vida. Esperas grandes cosas. Pero no estás dispuesto a hacer el trabajo pequeño. Hoy, que estás abrumado de tantos proyectos grandiosos, es el momento del trabajo pequeño. De no olvidar lo más básico y sencillo. ”

 

Veo que, si no soy más atento, todo se me va a desarmar por quedarme con las grandes cosas y descuidar lo básico. Este texto no solo me llama a la infancia espiritual en mi corazón: me llama especialmente a ponerme serio con las cosas sencillas que debería resolver en mi vida diaria. En particular, veo que he estado descuidando la entrega oportuna de estas meditaciones. Y cuando se me plantea la posibilidad de dejar de hacerlas – que, en la práctica, es lo que he estado haciendo-, me doy cuenta de cuán importantes son, y que realmente me las estás pidiendo.

 

Jesús, amigo mío y maestro; perdón por dejar de lado – por no priorizar debidamente, por no ser suficientemente diligente- algunas de mis tareas más lindas y más importantes. Hoy te quiero ofrecer mi compromiso a cumplir con lo que prometo. Te pido, además, que me muestres cómo ser como un niño para servir a los demás. Gracias por invitarme a encontrarme contigo en tus textos. Gracias por enseñarme a practicar la meditación kentenichiana. Hazme sencillo. Hazme comprometido. AMÉN