Evangelio según Juan 2, 1 – 11
Segundo domingo del tiempo ordinario
Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que Él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino, y cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”. Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.
Meditación de Francisco Bravo Collado
Jesús me dice a mí: “Este milagro no lo voy a hacer solo porque espero que tú también hagas tu parte. Llena de agua estas tinajas y llénalas hasta el borde. No quiero que seas de los que se quedan esperando que todo se les sirva en bandeja de plata, sino que me gustaría que ofrezcas tu trabajo para que las cosas salgan adelante. Por lo tanto, si quieres que Yo haga el milagro, tú debes dar el primer paso y llenar las tinajas hasta el borde. Mi madre intercede por ti.”
Estoy cansado, y siento que ya he trabajado mucho. Me gustaría descansar y que las cosas empezaran a salir por sí mismas. Y, si bien este Evangelio me dice que todo va a salir bien, también me muestra que debo dar un paso más, dejar que la Madre interceda, y llenar las tinajas. No puedo pretender que los milagros se hagan por sí solos, sin poner yo un poquito de mi parte. En este texto veo que Dios está dispuesto a transmutar nuestra pequeñez en grandeza, pero que nos pide que nosotros demos un paso primero.
Jesús, Tú eres mi Señor. Eres mi amigo, mi pastor y mi maestro. Gracias porque vienes con tu Madre a mi fiesta, y porque quieres celebrar conmigo. Gracias porque en vez de hacerme ver mi descuido de no haber contado con suficiente vino, Tú transformas mi agua en el mejor vino. Enséñame a compartir este vino que Tú me has regalado con todos los invitados que se sienten en mi mesa. AMÉN