Evangelio según San Juan 13, 31 – 35
Domingo de la quinta semana de Pascua
Cuando salió, dice Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.
Meditación de José Miguel Arévalo Araneda
“Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.”
Siento que Jesús me dice: Mi mandamiento “que os améis los unos a los otros como yo los he amado” parece una meta demasiado alta, inalcanzable. No te desanimes por eso. También les dije: “permanezcan en mi amor”; si tú permaneces en mi amor entonces podrás hacer vida mi mandamiento y crecerás en ese amor: a tu esposa, a tus hijos, a quienes hacen comunidad contigo, y a otros que están en tu camino. También encontrarás las formas de manifestar ese amor, signo distintivo de que eres mi discípulo.
Entiendo que este mandamiento va para la comunidad o comunidades de las que soy parte. Debo decir que en varias de ellas no veo signos de ese mandamiento hecho vida: “ámense unos a otros”. Así, el camino de amar a otros, como el Señor me pide, muchas veces lleva el costo de no ser correspondido. ¿Cuántas veces yo mismo no he sabido corresponder al amor que otros me manifiestan? Siento que no debiera detenerme en estos pensamientos de falta de correspondencia mío o de otros, y que mi impulso al amar siguiendo su mandamiento, venga de saber y sentir que el Señor me amó primero.
Señor, ayúdame a perseverar en permanecer en tu amor, para así poder vivir en la alegría y darme efectivamente en mi entorno familiar y social, donde muchas veces veo que no vivimos tu mandamiento. Te pido Señor la gracia de seguir el ejemplo de nuestra Madre, que no esperó, que tomó la iniciativa en el amor a otros, como cuando fue a ayudar a su prima Isabel, o como cuando te pidió que ayudaras a ese matrimonio cuya fiesta corría peligro. Me comprometo a tener una actitud más de iniciativa e involucramiento, contrariando mi inclinación a actuar en forma más pasiva o contenida. AMÉN