Evangelio según Lucas 6, 12-13. 17. 20-26

Domingo de la sexta semana del tiempo ordinario

 

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡ Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

 

Meditación de José Miguel Arévalo Araneda

 

“Felices ustedes, los pobres”

 

Jesús me dice: No importa si tú te consideras como discípulo o apóstol, te hablo a ti y te muestro mi corazón compasivo con los pobres, con los que tienen hambre, con los que lloran, con los que son despreciados u odiados por causa mía. Abre tus ojos y encuéntrate con la pobreza, con el hambre, con el llanto, el tuyo y el de los demás. Mis palabras son de esperanza y de buena noticia para aquellos: ¡los llamo Felices!  Quiero que tú seas parte de aquellos.

 

Me pregunto cómo podría yo considerarme entre los destinatarios de las palabras del Señor. No quisiera quedar fuera, sino estar dentro de aquellos “felices”. Creo ser parte de los que tiene todo lo necesario para una buena vida: bienes, satisfacciones, alegrías, bien considerado por los demás; y no quisiera ser excluido por eso. Alcanzo a ver que hay bienes espirituales de los cuales soy muy pobre, ideales dormidos por los cuales podría sentir hambre, algunas alegrías efímeras y superficiales que podría evitar y buscar otras más profundas y duraderas. Más solidez y consistencia en mis convicciones de fe, me podrían llevar a ser excluido y quizás hasta rechazado por otras personas.

 

Señor, te agradezco porque en este Evangelio me dices claramente quienes serán felices ahora ya, y luego en la vida futura. También me dices cómo son quienes se lamentarán más tarde. Te pido que el Espíritu Santo y el ejemplo de María me orienten para ir, con mis actitudes y perseverancia, siendo parte de esos discípulos “felices”. Te pido que me pueda encontrar con aquellos que experimentan la pobreza, el hambre y el llanto, en sus distintas formas, y les transmita en alguna medida el mensaje tuyo de consuelo y esperanza.   AMÉN