Evangelio según san Lucas 17, 11-19
Domingo de la semana 28 del tiempo ordinario.
Encuentro de Dos Mundos
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Meditación de José Miguel Arévalo Araneda
“volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias”.
Siento que el Señor me dice: “A tantos que me han pedido y me piden, Yo les concedo mis gracias. Tú detente, y ante los grandes o pequeños favores que te hago, déjate un espacio de silencio interior para alabar a Dios y agradecerme, así como hizo el samaritano. Una respuesta personal tuya agradecida y llena de fe es camino de salvación”.
Alabar a Dios y agradecer al Señor. Tengo una larga lista de cosas para hacer y que hago durante el día y me siento muy contento cuando logro hacerlo todo y bien. Es cierto que algunas de esas acciones son para beneficio de otros y que las ofrezco a Dios. Algunas de esas acciones me resultan difíciles, por limitaciones propias, o son de resultados inciertos pues depende de otros. En tales casos le pido ayuda al Señor y a la MTA. Cuánto mejor sería si al fin del día alabara y agradeciera al Señor por ello, y según la magnitud del favor concedido, lo hiciera también durante los días siguientes.
Querido Señor: Me resulta claro que te sorprendió la respuesta del samaritano que se devolvió para agradecerte y de los otros nueve que no lo hicieron. El que hace un acto de amor espera un gesto del amado que ha sido favorecido. Así, Tú esperas de mí una respuesta de amor personal a los tantos favores que me concedes. Una respuesta que significa: detenerme, darme cuenta, alabarte y agradecerte. Me comprometo en este mes a hacerlo por un par de grandes regalos que he recibido en estos días y también por los cotidianos. Signos son estos de una Alianza de Amor viva. AMÉN