Evangelio según San Juan 10, 27 – 30

Domingo de la cuarta semana de Pascua

 

En aquel tiempo dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.

 

Meditación de José Miguel Arévalo Araneda

 

“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.

 

Siento que el Señor me dice: “Examina en tu vida la verdad de mis palabras. Recuerda tus períodos de aflicción y oscuridad en que te acompañé. Escuchaste mi voz, me seguiste y no sucumbiste. Mantente siempre atento a escuchar mi voz y a seguirme, eres un regalo que me ha dado el Padre. Yo te conozco y te cuido con amor, Yo doy mi vida por mis ovejas.”

 

Que consolador me resulta encontrar en mi pasado esas huellas del Buen Pastor, que puso su mirada en mí y que me acompañó en “la oscura quebrada” como dice el salmo. Es un recuerdo agradecido y gozoso, de este Señor que estuvo, y que además está y estará. Vivo en un tiempo de muchos ruidos y muchas voces, interiores y exteriores. Me doy cuenta de que, para escucharle y escuchar de verdad a otros, necesito buscar intencionadamente espacios para el “encuentro” y una actitud de apertura y de silencio interior. En estos tiempos de tantas incertidumbres en todos los planos, nada mejor que estar profundamente anclados en el Señor, en la MTA y en quienes nos has dado.

 

Te pido Señor que en este tiempo pascual sea capaz de vivir el gozo del encuentro contigo, darme los tiempos para sentir la alegría de escuchar tu voz, seguirte por los caminos que me vas mostrando, y tener el oído atento para escuchar a quienes has puesto cerca mío. Que los temores e incertidumbres de los desafíos de estos tiempos no me paralicen, sino que guarde viva la frase que está en los santuarios de Schoenstatt: “Un hijo de María nunca perecerá”, seguro y confiado en el impulso de la Alianza con Ella y contigo.  AMÉN