Evangelio según San Juan 6, 41-51
Decimonoveno domingo del tiempo ordinario
Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: ‘Yo he bajado del cielo’?” Jesús tomó la palabra y les dijo: “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: solo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“… para la vida del mundo”
Es como si Jesús nos dijera: “El pan que yo les doy es para la vida del mundo. Es el pan que reciben en la Eucaristía. Pero no es un pan mágico, sino que es un pan sacramental; no es un ‘truco’ o una analogía, sino que es mi presencia real a través de signos sensibles. El trabajo de ustedes es mirar la Pasión con optimismo y sumarse a ella constructivamente. Ustedes pueden elegir entre tomar o no la vida eterna que yo ofrezco, y tomarla significa crecer en el amor, renunciar al egoísmo y abrirse a los demás”.
Cuando veo el drama de la Pasión de Cristo quedo con la sensación de que toda esta agonía, tan cruenta e inhumana, es en vano. Lo veo como una mala noticia. Pero Jesús, en este texto de Juan, que está situado bastante antes de la Pasión, nos habla y nos dice que nos dará un pan de vida eterna con el cual nunca más tendremos hambre. Que ese pan es su carne y que lo da para vida del mundo. Esa es la vida que tenemos que elegir hoy.
Jesús, este Evangelio que me regalas tiene tantas connotaciones que me llega a confundir. Regálame la sencillez de corazón para comprender que tu don más importante es el amor, y que tu Cruz es el mejor ejemplo de la forma en la cual nos invitas a amar. Entrégame la fuerza para elegir tu plan de amor. Dame ese pan que nos ofreces, que es tu cuerpo, para que en Ti tenga vida en abundancia. Hazme hijo del Padre y consérvame fiel a mis promesas y a los míos. AMÉN