Evangelio según Lucas 13, 1-9

Domingo de la tercera semana del tiempo de cuaresma

 

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: «Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Entonces córtala, ¿para qué malgastar la tierra?» Pero él respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás””.

 

Meditación de José Miguel Arévalo Araneda

 

“Yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante.”

 

Creo que el Señor me dice que, en este tiempo de Cuaresma no es suficiente con que yo me esfuerce por cambiar, sino que necesito de su gracia y misericordia para ayudarme y acompañarme cuando me dice: “déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante”. Por otra parte, cuando se refiere a las desgracias, sufrimiento y muerte de otros, Él enfatiza que la conversión del corazón hará la diferencia al término de la vida, por encima de la forma de morir, de las culpas o pecados en comparación a otros. En definitiva, mi conversión y disposición para recibir la gracia y dar frutos y que el tiempo es ahora.

 

Sucede que me distraigo, me canso, me falta la energía y el entusiasmo, mi ánimo va y viene. Mis deseos y anhelos de conversión para este tiempo de cuaresma son mayores a mi voluntad y mis fuerzas. Siento la necesidad de tu gracia y tu cercanía para que muevas la tierra reseca y un poco endurecida en mi alma, y la abones con tu misericordia y así desde mi interior puedan surgir los frutos de humildad, sencillez, un trato más amable, generoso y servicial con los demás.

 

Considerando un cierto desencanto en mis propias capacidades y voluntad, solo queda poner mi confianza en Ti y tu palabra Señor, de que removerás la tierra de mi alma y la abonarás. Por mi parte, tendré que hacer como Pedro y los pescadores en la barca, que no habían pescado nada en toda la noche, y me comprometo a volver a echar las redes, así como Tú les pediste a ellos. AMÉN