Espiritualidad de Schoenstatt en general.

P. Rafael Fernández

Una «piedad tridimensional»

El Padre Kentenich usa esta expresión para designar tres dimensiones esenciales de la espiritualidad schoenstattiana, a saber: La alianza de amor con María o piedad de la alianza; la piedad o espiritualidad instrumental, y la santidad de la vida diaria. Estas dimensiones de la espiritualidad schoenstattiana se refieren principalmente a las virtudes teologales de la caridad y la esperanza en el Dios Uno y Trino, en y a través de la alianza de amor con María.

En relación a la virtud teologal de la fe, Schoenstatt acentúa especialmente la fe práctica en la divina Providencia. La vida según la fe práctica en la divina Providencia informa la existencia entera de Schoenstatt tanto en general, en su historia y desarrollo, como en la vida de cada schoenstattiano. Trataremos la fe en la divina Providencia en un apartado especial.

La espiritualidad de la alianza

La espiritualidad de la alianza es la espiritualidad que hace suya esta alianza y busca conformar toda la vida de acuerdo a ella. La alianza, en este sentido, funda una profunda comunidad de vida, de amor, de bienes y de intereses con el Dios vivo en Cristo Jesús.

La espiritualidad de la alianza tiene su fundamento en la revelación. Ella nos muestra a Dios como el Dios de la alianza, quien, por amor, sella una alianza con el pueblo de Israel, a la que éste es infiel. Por segunda vez Dios toma la iniciativa enviando a su Hijo al mundo, el cual sella la nueva y definitiva alianza. El cristiano entra en la alianza por el sacramento del bautismo; por eso se habla de la «alianza bautismal».

Schoenstatt vive esta alianza de amor en estrecha unión a María. Sellamos una alianza de amor con la Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt en el santuario como expresión, camino y garantía de la alianza bautismal con el Dios Uno y Trino en Cristo Jesús.

La espiritualidad del instrumento

La alianza de amor sellada con María comprende necesariamente una proyección apostólica. Todo cristiano está llamado por la alianza bautismal al compromiso de construir el Reino de Dios aquí en la tierra como discípulo y apóstol del Señor. El schoenstattiano comprende su compromiso con María, la Compañera y Colaboradora permanente de Cristo en toda la obra de la redención, como un compromiso a colaborar con ella y con Cristo en ésta. Para ello se pone enteramente a su disposición, abandonándose en sus manos, sabiendo que si se deja guiar por María, en la fuerza de la gracia, podrá contribuir eficaz y fecundamente en la viña del Señor.

La «santidad de la vida diaria»

El Padre Kentenich habla de una «santidad de los días domingos» y de una «santidad de la vida diaria o del trabajo». Con ello indica que nuestra relación con Dios no puede reducirse a momentos en los que expresamente participamos en alguna celebración litúrgica, sino que debe extenderse a la totalidad de nuestra vida. Es la santidad que une armónicamente fe y vida. Por ello trata de hacer «las cosas ordinarias en forma extraordinaria», es decir, con el mayor amor posible. La santidad de la vida diaria se define como la armonía querida por Dios y cargada de afecto entre la vinculación a Dios, a las personas, a las cosas y al trabajo.