Según el Instituto Nacional de estadísticas, el 58,4% de las mujeres que tuvo hijos en 2005 era soltera. Vale decir, se confirma la tendencia de que en Chile nacen más niños fuera que dentro del matrimonio y, por tanto, fuera de una familia bien constituida. De hecho, Chile detenta el triste record de ser uno de los países en que más hijos nacen fuera del matrimonio. Solo inferior a Suecia y Finlandia, donde la legislación familiar es muy liberal. Altamente probable que esos niños crezcan al alero de una abuela, tía o vecina. Tanto más se complica el asunto, dado que casi la mitad de las nuevas madres son jóvenes menores de 21 años, lo que lleva a suponer que no tienen un trabajo estable y menos han alcanzado un grado de educación que les permita vivir por sí mismas. Y de los padres, ni hablar. En la mayoría de los casos, brillan por su ausencia. Es el destino de un porcentaje alarmantemente alto en nuestra sociedad: niños cuya imagen paterna es mala o sencillamente ausente. Los cambios legales no han ayudado a tomar conciencia a los hombres de su paternidad forzosa. Algo se ha avanzado, sobre todo en lo que se refiere a responsabilidades compartidas en la educación y mantención de los hijos. Así y todo, una gran cantidad de mujeres debe lidiar sola con la vida, asumiendo el papel de madre-padre y el cuidado de los hijos. Muchos niños crecen teniendo como único referente a una abuela, tía o profesora. Quizá es mejor así, ya que una mala imagen paterna reporta más daños que beneficios. ¿Que hacer ante esta verdadera calamidad? Por de pronto, estimular el compromiso y facilitarlo. Lamentablemente, incluso en sectores acomodados y católicos, el matrimonio se ha transformado en una verdadera odisea que inhibe el compromiso. Hemos llenado el paso hacia la vida matrimonial de exigencias sociales, sin hablar de costosas, que llevan a las jóvenes parejas a desentenderse de un vínculo serio. El matrimonio se convierte en un mundo de gastos, de demandas sociales, que nada tienen que ver con el sentido de éste. Otras culturas han sabido respetar la intimidad familiar, el sentido sobrio del compromiso matrimonial, haciéndolo así un evento agradable, sencillo, fácil y llevadero. La excusa «no tenemos plata» para casarnos, dice mucho de la forma con que se enfrenta el compromiso matrimonial. Al final, priman criterios que nada tienen que ver con la proyección de vida que la familia supone. Familias mal estructuradas son un problema-país que supone un apoyo decidido a su constitución sólida. En todos está cambiar de mentalidad y no acostumbrarnos a su desintegración.