De acuerdo a una encuesta reciente, un tercio de los chilenos considera que sus padres no realizaron una buena tarea. Su desempeño como padres, vale decir, dedicación, tiempo, buen ejemplo, fueron muy deficientes. Y de los otros dos tercios, las referencias tampoco son tan brillantes.

Una encuesta realizada hace unos meses atrás entregaba un triste panorama: un tercio de los chilenos considera que sus padres no realizaron una buena tarea. Si bien en parte agradecen educación, abrigo y comida, su desempeño como padres, vale decir, dedicación, tiempo, buen ejemplo, fueron muy deficientes. Y de los otros dos tercios las referencias tampoco son tan brillantes. Solo un tercio de los chilenos tiene una gran admiración por ambos. Los peor parados son los hombres. Las madres salen bien catalogadas y salvan la película. El problema está en los papás.

Los reclamos son diversos. Por una parte, la poca dedicación y tiempo real a los hijos. Muchos se sintieron en su minuto algo abandonados, con un padre ausente, distraído, desganado, poco interesado en las tareas y actividades de los hijos. Muchos chilenos alegan que sus padres fueron de ocasionales arrebatos de cariño, como los cumpleaños o navidades. Pero faltó una cierta constancia en el tiempo. Hubiesen preferido menos signos grandiosos de afecto y más signos, quizá sencillos, pero extendidos regularmente en el tiempo.

La vida se vive una sola vez. Los arrepentimientos sirven solo de ejemplo para que otros no comentan los mismos errores.
Es de sobra sabido que buena parte de los problemas juveniles tiene su base en un mal referente paterno, en su ausencia o de lleno en su mal ejemplo.
Hay mucho joven solo. Buena parte de la adolescencia chilena se pasa en los colegios, con los amigos o literalmente en la calle. Ya que nos preocupa tanto la educación, bueno sería recordar a los papás su inestimable e invaluable papel. Un buen referente paterno regala seguridad, equilibro, sabiduría. Buena parte de la educación se obtiene en la casa. La sobre expectativa de los milagros que pueda hacer una reforma educacional hablan de esta especie de inseguridad existencial que se extiende por nuestra patria. Entiendo que se puede esperar algo más de la educación, pero me resulta claro que la primera reforma urgente es a nivel familiar. Buenos hábitos como respeto a los demás, honradez, puntualidad, responsabilidad en las tareas, son virtudes que se adquieren en la casa. Incluso aspectos como el amor a la lectura o habilidades matemáticas se adquieren y potencian en un hogar donde se encuentren buenos ejemplos. El reclamo de los profesores a raíz de estas carencias familiares hacen nata.

Endosarle a los profesores el mal desempeño familiar es cobardía y perder el foco. Dime cuánto reclamas a la educación y te diré cuánto has dejado de hacer en tu propia casa. Ser padre significa dedicación, trabajo, sudor, muchas veces lágrimas e incomprensión. Pero vale la pena el esfuerzo. Haga bien la tarea. Sea un buen padre.