Los padres deben procurar que haya momentos y experiencias especiales junto con sus hijos, momentos significativos que marcarán la educación de estos últimos. Esto es parte del tema de este tercer capítulo de nuestro curso sobre educación.
CURSO DE EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Tercera sesión
El cultivo de un vínculo personal cálido y profundo entre padres e hijos
- I. VER VIDEO
- II. TEXTOS PARA LEER Y REFLEXIONAR
Aconsejamos leer todos estos textos. Si no es posible leerlos todos, elegir alguno de ellos y reflexionar sobre su contenido, aplicándolo a nuestra realidad concreta.
A. Textos de Augusto Cury, “Padres brillantes, Profesores fascinantes”
1.Los Buenos padres hablan, mientras que los padres brillantes dialogan como amigos
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: solidaridad, compañerismo, placer de vivir, optimismo e inteligencia interpersonal.
(…)
Los buenos padres hablan, los padres brillantes dialogan. Hay un gran valle entre hablar y dialogar. Hablar es expresar el mundo que nos rodea; dialogar se refiere a expresar el mundo que somos. Dialogar es contar experiencias, es compartir secretos de lo que está oculto en el corazón, es penetrar más allá de las cortinas de la conducta y es desarrollar la inteligencia interpersonal (Gardner, 1995).
La mayoría de los educadores no puede traspasar esta cortina. De acuerdo con una investigación que realicé, más del 50% de los padres nunca ha tenido el valor de dialogar con sus hijos acerca de sus miedos, pérdidas y frustraciones.
¿Cómo es posible que padres e hijos que viven bajo el mismo techo por años permanezcan completamente aislados unos de otros? Dicen que se aman, pero hacen pocos esfuerzos por cultivar el amor. Reparan la grieta en la pared y el problema con el automóvil, pero no se ocupan de las grietas emocionales y los problemas de relación.
Cuando un grifo gotea, los padres se preocupan por repararlo, ¿pero se toman el tiempo para dialogar con sus hijos y ayudarlos a reparar la alegría, la seguridad y la sensibilidad que se está disipando?
Si tomáramos todo el dinero de una empresa y lo tiráramos, estaríamos cometiendo un crimen grave.
La compañía quedaría en bancarrota. ¿Cree usted que quizá hayamos cometido este crimen contra la compañía social más importante -la familia-, cuyo efectivo es el diálogo? Si destruimos el diálogo, ¿cómo puede sostenerse la relación padre-hijo? Se iría a la bancarrota.
Deberíamos adquirir el hábito de reunirnos cuando menos una vez a la semana con nuestros hijos para dialogar con ellos. Deberíamos darles libertad para que puedan hablar de sí mismos, de sus aflicciones y de sus dificultades de relación con sus hermanos y con nosotros, sus padres. No puede imaginarse lo que estas reuniones pueden provocar.
Si los padres nunca les han contado a sus hijos sus sueños más importantes, ni han escuchado acerca de sus grandes alegrías y desilusiones, formaran un grupo de extraños y no una familia. No hay una formula mágica para construir una relación saludable. El diálogo es irremplazable.
Buscar amigos
Dentro de cada joven hay un mundo por descubrir, incluso dentro del más complicado y aislado. Muchos jóvenes son agresivos y rebeldes, y sus padres no se dan cuenta que están gritando a través de sus conflictos. Muchas veces, la conducta inadecuada es un clamor que implora la presencia, el amor y la atención de los padres.
Muchos síntomas psicosomáticos, como los dolores de cabeza o de estómago, también son gritos silenciosos de los niños. ¿Quién escucha? Muchos padres llevan a sus hijos con el psicólogo, que puede ayudar pero, en el fondo, lo que los hijos están buscando es el corazón de sus padres. (p. 20-21)
(…)
Aquí hay otra sugerencia para los padres, más importante que la primera. Yo lo llamo el «proyecto de educación emocional» (PEE): apague el televisor durante toda una semana cada dos meses, y haga algo interesante con sus hijos. Planee pasar seis semanas al año con ellos. Incluso si padres e hijos no viajan a lugares remotos, deberían viajar al interior unos de los otros. Planeen lo que harán. Entren juntos a la cocina, inventen nuevos platos de comida, bromeen, monten una obra de teatro familiar, siembren flores y aprendan cosas interesantes. Pase con sus hijos cada noche de estas semanas. Haga del PEE un proyecto de vida. El deseo más grande de los padres debería ser que sus hijos sean sus amigos: los diplomas, el dinero y el éxito son consecuencia de una educación brillante. Yo tengo tres hijas. Si no fueran mis amigas, sería un padre frustrado, aun cuando soy un autor respetado internacionalmente.
A pesar de ser un especialista en conflictos psíquicos, yo también cometo errores, y con frecuencia. Pero lo importante es saber qué hacer con los errores que cometimos. Pueden construir una relación o destruirla. Me he disculpado con mis hijas cada vez que mis actitudes han sido exageradas, mis juicios precipitados o he alzado innecesariamente la voz. Así que ellas han aprendido de mí a pedir perdón y a reconocer sus excesos. (p. 21-22)
(…)
No quiero que mis hijas me teman, quiero que me amen. Por fortuna, están locas por mí y por mi esposa. Si hay amor, la obediencia es espontánea y natural. No hay nada más hermoso y poético que los padres y los hijos que son grandes amigos.
La perla del corazón
Abrazarse, besarse y hablar espontáneamente con sus hijos cultiva el afecto y rompe los lazos de la soledad. Muchos europeos y estadounidenses sufren de profunda soledad: no saben cómo tocar a sus hijos y dialogar abiertamente con ellos. Viven bajo el mismo techo, Pero a mundos de distancia.El tacto y el diálogo son mágicos, crean una esfera de solidaridad, enriquecen sus emociones y rescatan el sentido de la vida.
Muchos jóvenes de países en vías de desarrollo se suicidan porque es raro que alguien penetre en su mundo y los escuche sin prejuicios. Hay un malentendido en la psiquiatría con respecto al suicidio: quienes se suicidan no quieren matar la vida, sino el dolor.
Quienes piensan en morir, en el fondo tienen hambre y sed de vivir. Lo que quieren destruir es el sufrimiento causado por sus conflictos, la soledad que los desalienta y la angustia que los debilita. Dígale esto a gente deprimida y verá florecer en ella la esperanza. En mi experiencia, pude ayudar a muchos pacientes a encontrar el coraje para cambiar el rumbo de sus vidas pronunciando esas palabras. Algunos de ellos entraron en mi consultorio queriendo morir, y salieron convencidos de que amaban desesperadamente la vida.
En una sociedad en la que los padres e hijos no son amigos, la depresión y otros trastornos emocionales encuentran un caldo de cultivo ideal para florecer. La autoridad de los padres y el respeto de los hijos no son incompatibles con la más pura amistad. Por una parte, usted no debe ser indulgente ni dejarse manipular por sus hijos; por otra, debe tratar de ser un gran amigo para ellos.
Estamos en la era de la admiración: o sus hijos lo admiran o usted no tendrá influencia sobre ellos. La autoridad real y el respeto sólido nacen a través del diálogo. El diálogo es una perla escondida en el corazón. También es invaluable y accesible: invaluable, porque el oro y la plata no pueden comprarla; accesible, porque hasta el hombre más pobre puede encontrarla. Búsquela. (p. 22-23)
SEGUNDO TEXTO DE AUGUSTO CURY, “Padres brillantes, Profesores fascinantes”
Los vínculos definen la calidad de la relación
¿Qué registran sus hijos sobre usted? ¿Imágenes positivas o negativas? Ambas. Cada día ellos archivan sus comportamientos, ya sean inteligentes o estúpidos. Usted no se da cuenta, pero ellos lo están fotografiando a cada instante.
Lo que genera los vínculos inconscientes no es sólo lo que usted les dice, sino también lo que ellos ven en usted. Muchos padres les dicen cosas maravillosas a sus hijos, pero tienen reacciones terribles frente a ellos: son intolerantes, agresivos, parciales e hipócritas. Con el tiempo se crea un abismo emocional entre padres e hijos: poco afecto, pero mucha crítica y fricción.
Lo que se registra nunca se puede borrar, sólo reeditar a través de nuevas experiencias que se escriben sobre las antiguas experiencias. La reedición es un proceso posible pero complicado. La imagen que su hijo ha construido de usted no se puede borrar, sólo sobrescribir. Construir una imagen excelente establece la riqueza de la relación que usted tendrá con sus hijos.
Otra función importante de la memoria es que las emociones definen la calidad del registro.Todas las experiencias que tienen un alto volumen emocional generan un registro privilegiado. Amor y odio, alegría y angustia provocan un registro intenso.
Los medios descubrieron, sin conocimiento científico alguno, que anunciar la miseria humana atrapa la emoción y genera concentración. De hecho, los accidentes, la muerte, la enfermedad y los secuestros generan un volumen de alta tensión que conduce a un almacenamiento privilegiado de esas imágenes, lo que ha convertido nuestra memoria en un bote de basura. No es de extrañar que el hombre moderno sea un ser tan tenso, que sufre anticipadamente y tiene miedo del mañana. (p. 5-6)
(…)
Nuestra agresividad, rechazos y actitudes impulsivas pueden generar un alto volumen de tensión emocional en nuestros niños, dejándoles una cicatriz permanente. Necesitamos entender cómo están organizadas las características patológicas de la personalidad.
El mecanismo psíquico es el siguiente: una experiencia dolorosa se registra automáticamente en el centro de memoria. De ahí en adelante se lee continuamente, generando miles de pensamientos más que, a su vez, se registran nuevamente creando en el inconsciente las llamadas zonas de conflicto.
Si usted comete un error con su hijo, no basta con ser amable con el en un segundo momento. Peor aún, no trate de compensar su agresividad comprándole o dándole cosas, ya que de esta manera él lo manipulara y no lo amará. Usted sólo será capaz de reparar su actitud y reeditar la película inconsciente si penetra en el mundo de su hijo, reconoce su exageración y le habla acerca de su propia actitud. Haga saber a sus hijos que no son notas al pie de página del libro de su vida, sino que son las páginas centrales de su historia.(p. 6)
(…)
Una de las causas del individualismo entre los jóvenes es que los padres no cruzan sus historias con las de sus hijos. Incluso si usted trabaja mucho, emplee el poco tiempo que tenga para disfrutar de grandes momentos con sus hijos. Ruede con ellos por la alfombra. Escriba poemas. Juegue, sonría, suéltese. Alborótelos con placer.
Una vez, un niño de nueve años le preguntó a su padre, que era médico, cuanto cobraba por consulta. Su padre se lo dijo. Un mes después, el hijo fue con el padre, sacó algunos billetes de su bolsillo, rompió su cochinito y le dijo a su papá con lágrimas en los ojos: «Papi, he estado queriendo hablar contigo desde hace mucho, pero nunca tienes tiempo. He ahorrado suficiente dinero para pagar tus honorarios. ¿Hablarás conmigo?»
Sus hijos no necesitan gigantes, necesitan seres humanos. No necesitan ejecutivos, doctores ni administradores de negocios lo necesitan a usted tal y como es. Adquiera el hábito de abrir su corazón ante sus hijos y déjelos registrar una imagen excelente de su personalidad.¿Sabe lo que ocurrirá?
Ellos se enamorarán de usted. Tendrán el placer de ir con usted, de estar cerca de usted. ¿Hay algo mejor que eso? Las crisis financieras, las pérdidas o las dificultades podrán perturbar su relación, pero si está bien fundamentada, nada la destruirá.
De vez en cuando, invite a uno de sus hijos a comer o a ir a cualquier parte sólo él y usted. Dígale lo importante que es para usted. Pregúntele acerca de su vida. Háblele de su trabajo y sus desafíos. Permita que sus hijos participen en su vida. Ninguna técnica psicológica funcionara si el amor no está presente.
Si ha estado en guerra en su trabajo pero tiene paz cuando llega a casa, usted será un ser humano feliz. Por el contrario, si tiene felicidad fuera de casa pero dentro de ella es un campo de batalla, la infelicidad será su compañera.
Muchos hijos reconocen el valor de sus padres, pero no lo bastante como para admirarlos, respetarlos y tenerlos como maestros de vida. Los padres que tienen problemas con sus hijos no deben sentirse culpables. La culpabilidad encarcela el alma. Nada en la personalidad humana es definitivo.
Usted puede y debe rechazar este síntoma. Usted tiene experiencias muy enriquecedoras que transforman su historia en una película más interesante de lo que Hollywood podría producir. Si duda de esto, quizás usted no se conoce a sí mismo y, para colmo, tal vez ni siquiera se admira a sí mismo.
Libere a su niño interior. Libere al joven alegre que vive dentro de sus emociones, aun cuando su cabello haya encanecido, ya que es posible recuperar los años. Permita que sus hijos descubran su mundo.
Abrace, llore y abrácelos. Llorar y abrazar es más importante que darles fortunas o criticarlos constantemente. (p. 7-8)
TERCER TEXTO DE AUGUSTO CURY, “Padres brillantes, Profesores fascinantes”
No sea un manual de reglas
Las computadoras son pobres artilugios comparadas con la inteligencia de cualquier niño, incluso de aquellos con capacidades especiales. Pero insistimos en educar a nuestros hijos como si fueran artefactos lógicos que sólo necesitan seguir un manual de reglas. Cada joven es un mundo por explorar.
Las reglas sirven para arreglar las computadoras. Decir «haz esto» o «no hagas eso», sin explicar las causas, sin estimular el arte de pensar, produce robots y no jóvenes pensantes.
Creo que el 99% de las críticas y correcciones de los padres es inútil, pues no influyen en las personalidades de los niños. Además de no educar, generan más agresividad y distancia. ¿Qué podemos hacer entonces? ¡Sorprenderlos!
Los padres brillantes entienden el funcionamiento de la mente para educar mejor a sus hijos. Están conscientes de que primero necesitan ganar el territorio de la emoción para poder ganar el anfiteatro de los pensamientos y, finalmente, conquistar el campo consciente e inconsciente de la memoria, que es la caja secreta de la personalidad. Los padres brillantes sorprenden a la emoción con gestos únicos, generando así fantásticos momentos educacionales.
Los padres pueden leer mi teoría, las ideas de Piaget, el psicoanálisis de Freud, las inteligencias múltiples de Gardner y la filosofía de Platón durante décadas, pero si no encantan, no enseñan a pensar ni conquistan los depósitos de memoria de sus hijos, ningún estudio será aplicable ni válido.
Sorprender a sus hijos es decir cosas que no esperan, reaccionar en forma diferente ante sus errores y superar sus expectativas. Por ejemplo, su hijo le alza la voz. ¿Qué debe hacer usted? ¡Él espera que le grite y lo castigue! Pero en vez de eso, usted permanece en silencio, relajado, y dice algo que le sorprende: «Nunca esperé que me ofendieras de esta forma. A pesar del dolor que me has causado, te amo y te respeto mucho». Después de decir estas palabras, usted se va y deja que su hijo reflexione. De esta manera, su respuesta sacudirá los fundamentos de la agresividad de su hijo.
Si desea causar un gran impacto en el universo emocional y racional de sus hijos, sea creativo y sincero. Así conquistará lo inconquistable. Si aplica estos principios en su trabajo, puede tener la seguridad de que involucrará incluso a sus compañeros más problemáticos. Sin embargo, no podrá garantizar la conquista sólo con un gesto, sino a través de un libreto permanente.
SI educa la inteligencia emocional de sus hijos con cumplidos cuando ellos esperan un regaño (Goleman, 1996), con palabras de aliento cuando esperan una reacción agresiva, con una actitud afectuosa cuando esperan un ataque iracundo, quedarán encantados y lo registrarán con grandeza. Así, los padres se convierten en agentes del cambio.
Los buenos padres les dicen a sus hijos: «Estás mal»; los padres brillantes les preguntan: «¿Qué piensas de tu comportamiento?» Los buenos padres dicen: «Has fallado otra vez», los padres brillantes aconsejan: «Piensa antes de reaccionar». Los buenos padres castigan a sus hijos cuando fallan; los padres brillantes los estimulan para convertir cada lágrima en una oportunidad de crecimiento. (p. 14-15)
B. Texto del p. kentenich
(Jornada pedagógica de 1931. El P. Kentenich aborda aquí el diálogo entre el educador y los educandos adolescentes)
La difícil Y hermosa tarea de educar
¿Cuáles son las leyes de la táctica pedagógica? (…)
Son tres:
- 1. El arte de lograr la apertura del tú
- 2. El arte de saber escuchar, y
- 3. El arte de una correcta conducción
Ustedes pueden darse cuenta cómo estos tres momentos se complementan y conforman un organismo armónico.
- 1. El arte de lograr la apertura del tú
La expresión “apertura del tú” es usada en el sicoanálisis. “Abrir” significa en estecontexto la ayuda terapéutica que se presta a un alma enferma (…) También nosotros tenemos que entender algo de ello, pero no es el objeto de esta jornada. Queremos adentrarnos más bien en el arte de lograr la apertura del tú en el sentido del desarrollo normal de la persona.
“Normal”… Todos nosotros somos normales, aunque tengamos una pequeña “chifladura”. Esto pertenece al hombre normal, pues, contamos con el peso del pecado original. Por eso, no hablo de un alma enferma si siento que aquí o allá existe un “cortocircuito” en el alma. Eso lo tenemos todos. También nuestro cuerpo tiene, en uno u otro lado, una falla. Es algo evidente. Sólo debo reconocer, en forma sana y razonable, que tengo esa “chifladura”. Sí, basta con que lo haya reconocido y pronto sanaré. Digo estas cosas un poco en broma, pero detrás de ellas se esconde mucha sabiduría de vida.
¿Qué diremos respecto del arte de lograr la apertura del tú?
Voy a ser escueto: destacaré dos líneas de pensamiento: primero, la importancia de este arte y, segundo, su aplicación.
A. Importancia del arte de lograr la apertura del tú
Les recuerdo que en este curso fundamentalmente hablamos del mundo de nuestra juventud femenina. Muchos de los puntos que aquí esbozo, valen también para nosotros como adultos. ¿Por qué es tan importante el arte de lograr la apertura del tú? Porque, en primer lugar, es un arte difícil y, en segundo lugar, un arte necesario.
- 1. Un arte difícil
Es un arte difícil. ¿Por qué? La dificultad puede darse tanto de parte del educador como del educando.
1.1. Dificultades de parte del educador
La dificultad de parte del educador. ¿Han observado que aquellos educadores que tuvieron una intensa crisis de la adolescencia son precisamente los que demuestran menos comprensión para el joven en su adolescencia? Es algo singular. Parece que se hubiese borrado enteramente de su memoria aquello que vivieron durante el tiempo de su adolescencia. Desgraciadamente es así.
Y aquellos que tuvieron un desarrollo más tranquilo, más tarde comprenden mucho mejor al joven que interiormente está en plena ebullición. Sin embargo, no quisiera hacer de esto una ley general. En todo caso, es preciso tener en cuenta que las dificultades no sólo están en el educando sino también en el educador. Simplemente no se tiene la capacidad de comprender cómo se da el adolescente en esos años. Con el tiempo, se ha logrado cierto equilibrio, y yo no sé en qué altura espiritual se mueven…, que no son capaces de ponerse a la altura en que se encuentra el otro. No tienen que buscar la culpa del educando, cuando la culpa es de ustedes.
1.2. Dificultades de parte del educando
La educación se hace más difícil cuando la culpa yace en el educando. Con esto tocamos la sicología de la edad juvenil.
¿Cuál es la dificultad del educando? Lo resumo con algunas palabras: es difícil el arte de lograr abrir el tú, porque el joven, de suyo
– es cerrado;
– es tímido
– se siente desvalido.
Me dirán: esto no es así… Si miro las jóvenes que tengo ante mí, no se nota nada de esa timidez. Sin embargo, nos equivocamos. Mientras más mal educadas se comportan las jóvenes hacia fuera, más reservadas son respecto a sus problemas personales. Ese mal comportamiento no es otra cosa que una especie de muralla protectora. Si en algún momento la encontramos sola, entonces podremos ser testigos de cómo es capaz de deshacerse en llanto.
1.2.1. La joven s cerrada
Veamos esto más en detalle. En primer lugar, lo dije, la joven es cerrada. Sólo esbozo los pensamientos. ¿Por qué es cerrada? La etapa de crecimiento y de maduración que se ha iniciado con la adolescencia se caracteriza por una tendencia a no manifestar la propia interioridad, por una singular tendencia hacia una reserva o intocabilidad espiritual. En el momento en que una niña comienza a cerrarse, mientras antes se daba tan naturalmente, podemos estar seguros que ya comenzó la crisis de la adolescencia.
Tal vez es bueno que les transmitan aquello que he podido ver y pensar a partir de la observación de la vida y mostrarles en forma breve cuál es el camino de maduración del alma de la joven en la adolescencia.
El proceso se inicia con una fuerte confusión del yo, pasa por el descubrimiento del yo, para luego alcanzar la realización y el enriquecimiento del yo. (…) Si observamos en la naturaleza y vemos un gusano de tierra que es dividido en dos, ¿qué sucede? Ambas partes del gusano se retuercen penosamente en torno a sí mismas. Esta es la situación interior y exterior de la joven. De pronto se cortan todos los lazos vitales que la unían con el mundo exterior, con Dios y con su ambiente; también se rompen los lazos que unían sus facultades internas. ¿Y cuál es el resultado? Un doloroso darse vueltas y retorcerse de ambas partes en torno a sí misma. (…) ¿Sospechamos lo que esto significa? Con razón decimos que en este estado una auténtica alma femenina se siente en la más terrible cárcel de soledad. No hay ninguna persona que se sienta tan solitaria como una joven durante este tiempo, en el cual todos los vínculos vitales, de una u otra forma, han sido cortados. Esto produce una gran conciencia de soledad (…)
¿Qué brota de esto? Un tremendo anhelo. Piensen un momento en lo que significaron para ustedes los poemas durante un tiempo: dolor del mundo, anhelo tras anhelo. ¡Y cómo corrieron tras las nubes, el aire y los pájaros! ¡Y cómo, en ese tiempo, la fantasía volaba en nuestro interior! Esta soledad, vista sicológicamente, es la fuerza instintiva más básica del alma de la joven.
La crisis de maduración se caracteriza por esa tremenda confusión del yo, por una confusión respecto al propio yo y respecto al tú.
La confusión respecto al tú se refiere al ambiente. Confusión del yo: la pobre alma gira constante y dolorosamente en torno al fluctuante propio yo. Se pueden imaginar cómo esto cansa. Si ya físicamente cansa, pueden imaginarse cuánto más espiritualmente. En esa edad todos padecemos de la enfermedad del “retorcimiento”.
El tremendo anhelo y la tremenda sensación de soledad convulsionan toda la vida interior de la persona. A partir de este sentimiento de soledad y de este anhelo, la persona se siente impulsada a descubrirse a sí misma, a conquistar su propio yo y a descubrir su entorno. (…)
¿Por qué es difícil el arte de lograr la apertura del tú? Porque la joven calla, al menos al comienzo de la crisis de crecimiento. En todo caso, deberíamos agregar: cuando la joven ha encontrado la persona que ha abierto su corazón, el temor a que se toque su intimidad se convierte en un fuerte impulso a comunicarle lo que lleva en su corazón. Esto es propio de cada joven sana; si no lo tuviese, no sería niña.
Debido a que hoy es tan extraordinariamente difícil encontrar la persona que acoge en forma sana esa tendencia natural a manifestar lo que se lleva adentro, por eso es que hay tantas complicaciones e inhibiciones afectivas. Por naturaleza, la niña está orientada instintivamente, y una vez que un instinto se enferma, cuando se le reprime, ¿quién se atreverá a liberar esos afectos? Sin embargo, tenemos que hacerlo, pues si no lo hacemos, no educamos a esa joven sana, vigorosa y segura en la acción, que hoy en día tanto necesitamos.
Este sería un aspecto: el arte de lograr la apertura del tú es difícil porque la joven se cierra en sí misma.
1.2.2. La joven es tímida
El arte de abrir el corazón es difícil, en segundo lugar, porque la joven es tímida. (…) Tiene temor porque piensa que lo que sucede en su interior ninguna criatura lo ha experimentado antes en todo el mundo. “!Dios mío, se dice a sí misma, si los otros supiesen lo que me pasa!”(…) Todo en ella está convulsionado. “Esto me sucede sólo a mí, piensa ella, no le pasa a ninguna otra persona de los que están junto a mí; nadie lo ha vivido antes de mí ni lo vivirá después de mí”… Por eso, esa timidez, una timidez angustiosa. ¿Qué hace, entonces, para encubrir lo que siente? Aparece hacia fuera segura de sí misma. Así tenemos en el joven al “revoltoso”, y en la niña, a la “lolita” adolescente. Se trata de una seguridad inmadura. También puede darse en la adolescencia que el joven se comporte de un modo acentuadamente educado y gentil. Pero es sólo el manto protector de la inseguridad. Se es tanto más “educado” en el comportamiento exterior cuanto más trabado se está interiormente.
1.2.3. La joven es desvalida
En tercer lugar, tenemos el desvalimiento. Desde el punto de vista sicológico, cada joven se siente desvalida en esta edad. Gira en torno a su yo fluctuante. Descubre un cúmulo de posibles yo. ¿Cuál es el que le corresponde? Oscila entre uno y otro. “¿Cuál es el adecuado para mí?”, se pregunta. ¿Perciben cuán desvalida se puede sentir la joven en esa situación?
Expresándolo de otro modo. Conocemos el pensamiento que dice que en cada uno de nosotros hay un ángel, un criminal y un demonio. Todo eso está en mí y yo lo siento especialmente en esa edad. ¡Y encima de todo eso, esa inseguridad!
Por este motivo es importante lo que explicaremos luego: el arte de escuchar, la comprensión enaltecedora. Tienen que cuidar mucho de no profetizar para la joven un mal futuro. Si profetizo, ¿cuál será la consecuencia siella me cree? Llegará a ser algo semejante de lo que yo le he profetizado. La niña llega a ser de acuerdo a cómo fue tratada. Si la trato como una “delincuente”, comúnmente terminará siendo algo semejante. (…)
De todo esto se deduce que debemos hacernos nuevamente más bondadosos, pero sin caer en la debilidad y permisividad. Eso sería errado. Interiormente siempre debemos permanecer bondadosos. Por fuera, alguna vez también podemos poner una cara hosca. También a veces debemos saber intervenir con vigor y causar dolor, pero siempre debemos mostrar una actitud de comprensión interior (…)
- 2. Un arte necesario
Dijimos, en segundo lugar, que el arte de lograr la apertura del yo es también necesario. ¿Tendremos que probarlo? De suyo parece evidente. ¿Cómo voy a poder tocar un instrumento que no conozco? De allí que sea enteramente necesario que conozca el instrumento que quiero tocar, el instrumento del alma juvenil. ¿Y cómo voy a conocerla si no se abre? De allí que el arte de lograr la apertura del tú sea enteramente necesario.(…)
El arte de abrir el corazón es necesario porque la joven misma se siente tremendamente insegura respecto al proceso interior que está viviendo. Si no hay nadie que pueda explicarle lo que le está sucediendo, entonces sufre horrendamente, y con toda probabilidad se gestará en ella una evolución defectuosa.
¡Con qué frecuencia encontramos en diarios de vida de adolescentes la amarga queja contra sus educadores! No había ninguno que hubiese entendido el arte de abrir el corazón. (…) Pero, también, debemos ver las cosas más ampliamente. De suyo es sano y necesario que nosotros, en algunos períodos de nuestra vida, no sólo no nos sintamos comprendidos, y esto sucede siempre de nuevo, sino que de hecho realmente no seamos comprendidos. De otro modo, no logramos la suficiente profundidad y riqueza interior. El ser incomprendido es el dolor más hondo. Y si el alma no sufre el más profundo de los dolores, no se enriquece ni se hace profundo el corazón. No hay crecimiento. (…)
Naturalmente no debemos pasar por alto que el impulso de desahogarnos con otra persona, o el impulso a ser comprendido, también en estos años, puede adquirir una evolución errada. El temor inicial a que no se toque su interioridad, se convierte en la niña en un impulso enfermizo a manifestar su alma. No digo que deba ser así, sino que puede darse el caso. Se manifiesta en la niña una tendencia que muchas veces podemos constatar a lo largo de toda la vida en personas que no se han educado: la tendencia a hacerse interesante. Se piensa: “En todo el mundo no hay ninguna persona, absolutamente nadie, que me comprenda”. Pero de suyo en la joven esto no es peligroso. Si se encuentran con jóvenes de este tipo, lo único que tienen que hacer es no ocuparse demasiado de ellas. De este modo, pronto sanarán.
B. La práctica del arte de abrir el tú
Nos hemos referido al arte de lograr la apertura del tú. Distinguimos dos líneas de pensamiento: la importancia de este arte y su práctica. ¿Cómo puedo lograrlo en concreto? En la medida que sepa interpretar las crisis que está sufriendo. Tan pronto como la persona sienta que hay alguien que comprende sus crisis y que las sabe interpretar, verán que tarde o temprano abrirá su corazón.
¿Cómo debe darse esta interpretación?
- 1. A través de la propia persona
En primer lugar, y esto es lo más importante, a través de mi propia persona. Hay cosas que resuelvo sólo con mi presencia. No necesito pronunciar ninguna palabra. Sólo muestro, a través de todo mi ser y de mi actuar, que comprendo lo que está sucediendo en el alma de otro. Por eso, repetimos siempre la misma canción: debemos conquistar una personalidad de educador vigorosa y madura. Esto es muy importante: no se deja reemplazar por nada.
- 2. A través de la palabra
En segundo lugar, puedo interpretar lo que está sucediendo en el interior del adolescente, a través de la palabra. Puede ser una palabra dicha públicamente o en la conversación privada.
Supongamos, por ejemplo, que soy asesor de una asociación femenina o que estoy en un grupo o doy una conferencia. No debemos hablar, entonces y siempre, “desde lo alto de la torre hacia abajo”. Debemos hablar de tal modo que la joven se sienta tocada. Es decir, que sienta en su interior que también otros pasan por las mismas dificultades. Dije que la niña piensa: “esto me sucede sólo a mí; esto no lo debe saber nadie”. Si se siente, en cambio, tocada, se produce en ella una reacción parecida a ésta: “gracias a Dios que hay otras personas que sufren las mismas cosas”. Y la angustia se acaba. Además, se dice a sí misma: “aquí hay alguien que entiende algo de estas cosas; puedo decirle, entonces, algo de lo que me pasa”. Por eso, no hablar tan píamente o en forma académica. A menudo, es esta o aquella expresión la que, de pronto, abre el alma. Ciertamente, con ello se da sólo la posibilidad de lograr la apertura del alma. Si de hecho ésta se abre, es otra pregunta.
Puedo explicar por la palabra dicha públicamente. También puedo hacerlo en la conversación privada.
En este contexto, no podemos decir que se pueda generalizar. Depende tanto del educador y de la persona que está frente a él (…) Sólo quiero prevenirlos de algo: cuando un alma se abre, no queramos de pronto “tironear” todo lo que hay en ella. (…) Si quieren sacar de una vez todo lo que hay en esa alma, más tarde esto lo sentirá la joven como una expropiación de sus secretos. (…) Se produce entonces un temor en la joven; no volverá, pues teme ser desnudada espiritualmente. (…)
Tal vez debiera agregar todavía algo más: es pensable que explique a la joven sus crisis interiores, en la medida en que le dé a entender con sencillez que yo también soy una persona humana. ¿Cómo hacerlo en el caso concreto? Es algo que depende enormemente de las dos personas que aquí están en cuestión. Debemos recibir con gran respeto lo que se nos confía. Y nunca debemos hacer mal uso de ello. Si lo hacemos, el destino de esa niña estará herido quizás para toda su vida. Entonces, la persona se endurece.
Mientras más respetuosamente estemos ante la joven, con tanta mayor seguridad podremos servirla. Pienso que lo que quiero decir con todo esto se hará todavía más claro si pasamos a referirnos al punto siguiente.
2. El arte de saber escuchar
Distinguimos el arte de prestar atención y el arte de saber leer entre líneas (…)
A. El arte de prestar atención
Hoy en día este arte se da extraordinariamente pocas veces. ¿Saben ustedes qué es necesario para poner en práctica el arte de atender y adivinar? Se debe poseer claridad de ideas y un corazón extraordinariamente abnegado y cálido. Esto es algo que simplemente pertenece al proceso de educación. Desde el momento en que estoy enfermo de egoísmo, pierdo la capacidad de educar. No debo estar pendiente de mí mismo, si acaso soy feliz o no, o de cosas por el estilo. Lo que me importa son las personas que el Padre Dios me ha regalado. Puedo caer agotado, con tal que los otros sean felices. Esta es propiamente la actitud fundamental de la maternidad y de la paternidad, del amor; esa actitud respetuosa frente al ideal de quien tengo ante mí (…)
Hay pocas personas que entienden del arte de escuchar con atención. Existen muchos artistas del hablar, pero no del saber escuchar y del comprender. Son muchos los que inmediatamente comienzan a hablar de sí mismos, de sus problemas y vivencias. Por eso los otros no se acercan a ellos.
¿Saben cómo debe ser este arte de poner atención? Debe ser un poner atención estimulante y liberador.
Un poner atención que estimula. También esto depende mucho de las personas. Algunos deben hablar y hablar, de modo que el que está frente a él se sienta comprendido. Existen, en cambio, otras personas que no precisan decir ninguna palabra: todo su ser, la manera en que se dan, su sola mirada estimula. En todo caso, debe ser un atender que despierte vida y, naturalmente, no de un escuchar aburrido y rutinario, cansado, de modo que el otro sienta: éste simplemente tiene interés en mí.
Debo agregar todavía: no tenemos que hacer esto nunca a propósito. (…) Realmente debemos escuchar por interés. Yo acostumbro a decir: interesarse interesado; pero no como pose.
Si poseo la recta actitud ante las personas que me han sido confiadas, entonces tengo interés por todo lo que les sucede. Todo lo suyo me importa: trátese de un dolor de cabeza, algo que les cause pena, o que el alma esté enferma. Debo tener interés por cada pequeñez. Por cierto, se dan gradaciones y matices. De allí que, por lo tanto, durante el tiempo de la conversación, comúnmente no debo hacer otras cosas. Hacer otras cosas durante la conversación, por ejemplo, escribir o leer una carta, supone que ya existe una relación profunda; de otro modo, el que está frente a mí lo tomará como falta de interés. Por eso, acabemos con ese tipo de cosas. No debemos hacerlo. Lo que en general importa es que mi prestar atención despierte energías, sea que esté interrumpido por palabras o que yo permanezca allí sentado sin decir nada: eso da lo mismo. Pero debe ser un poner atención que estimule y esto también puede darse aunque no promedie palabra alguna.
Debe ser también un prestar atención que libera. ¿Qué entendemos por ello? Quizás podríamos explicarlo con otras palabras: un saber escuchar bondadoso, en el cual debe consonar algo de bondad. En la convivencia con el otro, con frecuencia se trata de no dar directrices. El otro ya sabe lo que se debería hacer. Y esto es justamente lo peculiar, lo maravilloso y extraordinario de la posibilidad que tiene una persona de influir en la otra: que una persona puede entender a otra, y que ésta sienta: aquél que está ante mí asume en su corazón mi dificultad. La mayoría de las veces sucede así: uno asume en sí mismo la dificultad por la cual atraviesa el otro, incluso cuando éste arrastra tremendas enfermedades del alma. El que presta atención debe asumir ese dolor. Si sólo escuchamos de manera mecánica, las cosas no resultan. Alcanzamos justamente lo contrario.
¿Perciben ustedes lo extraordinariamente hermoso que es poder ayudar a Dios a educar a una persona? Piensen cómo nos alegramos en una flor hermosa, en el hermoso rostro de alguien. ¿Sospechan lo hermoso que es poder ver cómo crece tranquilamente el alma de otra persona? ¡No puedo imaginar mayor belleza! De ahí que el auténtico educador no conocer el aburrimiento. Él no es alguien que siempre esté actuando a propósito; saber escuchar fluye de su alma. Ciertamente puede ser que en algún educador se trate de un impulso más fuerte; en otros más bien se dará una actitud más tranquila y más objetiva.
Es algo muy misterioso el que una persona pueda comprender a otra, que pueda vincularse noblemente a otra, que le pueda transmitir la corriente de vida que fluye de su alma. Es algo misterioso que alguien, de manera inconsciente, pueda tocar el corazón de otra persona. ¡Cómo será esto en la eternidad! Allí todos nos encenderemos mutuamente los unos a los otros. Allí todos brillaremos encendidos no sólo en Dios sino también los unos en los otros. Aquí en la tierra también existimos para darnos y regalarnos mutuamente el uno al otro.
Quizás deba agregar todavía que si somos enteramente sinceros, como educadores diremos con inmensa gratitud que debemos agradecer muchísimo más a aquellas personas que educamos. Inmediatamente después de la primera charla, se acercó a mí una Hermana y me dijo: “Ahora sé de dónde saca usted su sabiduría: sólo de nosotras”. Y el segundo día, agregó: “Ahora sí que tiene que estar agradecido de nosotras”. Y esto es verdad: deben percibirlo también ustedes como algo auténtico; de otro modo, no se genera la recta relación. No puede ser que las cosas se vean así: “Yo estoy allá arriba y tú allá abajo”. Al contrario, se debe poseer la conciencia: damos y regalamos y recibimos el uno del otro.
Ahora bien, no vayan a pensar, y contra esto debo prevenir siempre, que tal actitud implique que el educador no pueda ni deba causar dolor. Debo prevenirlos contra ello, porque sé que es muy difícil captar la totalidad del organismo del proceso educativo. Una persona noble exige que se le pueda causar dolor en una determinada ocasión. Si ustedes no lo hacen, se equivocan. Si yo debo causar dolor, en ello debe consonar siempre lo siguiente: estoy aquí porque el Padre Dios me ha colocado en este lugar. Y debo hacerlo aunque ello me cause dolor a mí mismo. Les garantizo que, si realizan esto en el momento preciso, y del modo correcto, la relación mutua llegará a ser tan hermosa como la más hermosa de las relaciones que puedan darse aquí en la tierra. (….)
Quizás alguien podría decir: “Con gusto me desahogaría, pero el otro no tiene tiempo”. Es otra cosa esto de tener tiempo. Hay que educarse. No crean que ese impulso desenfrenado de desahogarse es educador. También aquí existe el arte, en el educando, de saber permanecer abierto con sencillez y, por otra parte, de poder también soportar algo solo.
B. El arte de leer entre líneas
Cuando hablamos del arte de escuchar, nos referimos también al arte de leer entre líneas. Si sólo estoy allí y escucho en general y luego digo: “Sí, así y asá y punto…”, eso no sirve. También debo saber adivinar lo que quiere decirme la otra persona. Y esto es muy importante en relación a las jóvenes. Por favor, no pasen esto por alto: una auténtica mujer nunca puede expresar y formular lo que ella está vivenciando en su interior. Por eso, al comienzo, ella siente este gran problema: dije algo, pero no logré expresar bien lo que quería decir. Y cuando hablo tengo la sensación: esto no es lo adecuado”. Un varón puede hacerlo, ya que no posee una vida afectiva tan delicada, profunda y rica como la mujer. El alma femenina, que es profundamente sensible y delicada, no puede expresar lo que sucede. (…) ¿Qué es lo único que puede ayudar en esta situación? No el expresarlo, sino la creciente conciencia que se va formando en ella: mi interlocutor intuye qué quiero decir… Este es el secreto del encuentro profundo de un alma con otra (…) Cuando estoy sentado frente a la otra persona, todas esas inhibiciones se despejan y resuelven.
Ciertamente, uno no recibe tal regalo para siempre. Y esto es algo positivo. Deben darse tiempos en los cuales el alma femenina no se sienta comprendida, aunque de hecho lo sea. De otro modo, a la larga, se priva de su profundidad (….) Estas cosas no tienen que cogerlas con manos rudas. Se trata de un mundo peculiar y muy importante. De lo contrario, seremos educadores torpes.
Por lo tanto, primero, adivinar lo que consuena en el alma del tú de modo que éste pueda sentir: “Yo me expreso y la persona ante quien he abierto mi corazón sabe escuchar aquello que yo quisiera decir pero que no llego a formular”.
¿En qué consiste el arte de leer entre líneas? Lo que ahora les voy a decir es más palpable, se deja medir con mayor facilidad. De todo lo que la otra persona hace o dice, debo saber adivinar lo bueno, lo positivo que hay tras ello. Esto es muy importante: siempre debemos saber descubrir la “pepita de oro” que se encuentra en el tú.
Supongamos, por ejemplo, que alguien me confiesa lo soberbio e irrespetuoso que es y cómo posee una voluntad que le lleva a sacar las cosas adelante sin dejarse decir nada por otras personas. Si yo poseo el arte de leer más allá de lo que se hace y se dice, sabré descubrir el núcleo bueno que se esconde tras ese impulso. En este caso, la poderosa voluntad de crecimiento de la personalidad. Puedo hacer saber esto a la otra persona, pero hacerlo siempre sería errado. Justamente la pedagogía de confianza, de la cual yo personalmente soy un fanático partidario, exige que a veces yo deba causar un dolor contundente. Esto es algo esencial si es que quiero educar de verdad: donde esto no sucede, todo pasa a ser sólo un juego.
Si educo, siempre debo saber descubrir lo bueno. Pero habrá momentos en los cuales yo simplemente pode y golpee. Deben darse momentos en los cuales todo estalla y se remece. Esto, dicho así, suena tremendamente duro, pero son cosas que se complementan la una con la otra. Por una parte, esa gigantesca confianza que deja libertad; y, por otra, de pronto, tormenta, rayos, truenos y término de la función… Pero todo este “estallido” debe ser algo que tenga fundamento y no algo permanente. Si no se actúa así, nunca se podrá formar una familia ni tampoco podrá florecer un grupo. En todo caso, todo esto supone que existe una relación noble del uno con el otro, que ambas partes son leales la una con la otra y que se tienen respeto. La relación no llegará a ser nunca tan hermosa como en el momento en el cual la tormenta felizmente ya pasó.
En verdad, una persona noble sufrirá largo tiempo con ello; especialmente una mujer va a sangrar durante un largo tiempo. Pero tiene que ser así; tenemos una naturaleza que arrastra el pecado original y debe ser educada. De otro modo, no nos enaltecemos el uno al otro (….)
Saber, por lo tanto, descubrir lo bueno en el otro, pero no siempre decírselo, pues así tendríamos una educación carente de vigor. Supongamos, por ejemplo, que un adolescente se ha comportado mal. Percibimos, entonces, el impulso del alma juvenil que quiere mostrar su fuerza. Sin embargo, aquí viene un largo “pero”… pero yo me esforzaría por podar lo que es extremo (…) No queremos ser “domadores” de hombres. Podríamos decir alguna vez, pero en general, no lo queremos: “¡Ahora quiero ver quién es el que manda aquí!”
Si dicen algo semejando demasiado a menudo, nunca serán dueños de la situación. Pueden empezar a hacer las maletas, porque actúan contra el orden de ser. Surgirá por todos lados la contradicción. Y donde se ha despertado una fuerte pasión emocional, las cosas se ponen difíciles. Por eso, no decir con demasiada facilidad: “¡Te voy a mostrar quién es el que manda aquí!” Que alguna vez se haga, está bien, pero, en general, tenemos más bien que acentuar lo otro, a saber: el arte de poner atención y el arte de intuir. De todas estas tendencias que muestra el adolescente, debo saber escuchar y destacar lo bueno, pero también señalar lo menos bueno.
O tomen, por ejemplo, otra situación semejante. La inmensa susceptibilidad que se da justamente en los años de la adolescencia. Una joven sana siempre es susceptible. El motivo sicológico de ello es que se siente insegura frente a sí misma. En su persona, surgen diversos yo. Está insegura. (…) En esto debemos saber encontrar el justo medio. Por una parte, el educador debe poseer interiormente una gran confianza, pero no siempre decirla ni mostrarla hacia fuera. No sería prudente. Sin embargo, en nuestro interior debemos tener comprensión, pues sabemos que lo que sucede es sano y normal, es una nueva señal que el núcleo de la personalidad está madurando. La susceptibilidad es una defensa. (…)
- C. El arte de conducir
Veamos ahora la ley o el arte de una correcta conducción. Perciben ustedes cómo es este proceso orgánico: primero, lograr la apertura del tú; segundo, escuchar y, luego, conducir. Sólo daré una disposición ya que de otro modo tendría que interrumpir la materia en la mitad de la conferencia. ¿Por qué se orienta nuestra conducción? Por la estrella del dinamismo y del crecimiento juvenil. Se trata de tres realidades que sicológicamente brotan del sentimiento de soledad y del fuerte anhelo: el idealismo, el radicalismo y el espíritu comunitario propio de la edad juvenil.
La conducción de la juventud, especialmente si se trata de la juventud femenina, si es que de algún modo quiere ser esclarecida y si quiere entusiasmar correctamente, debe orientarse por el idealismo, el radicalismo y el espíritu comunitario juveniles. Si no conozco estas situaciones sicológicas interiores, actuaré erradamente (…) y pronto inutilizaré, con mis rudas manos, un delicado instrumento (…)
II. PREGUNTAS Y TAREAS
Se recomienda que las preguntas se respondan y las tareas se hagan primero individualmente y después se converse sobre ellas con el cónyuge o en grupo.
- 1. Preguntas de comprensión del texto
- ¿Qué tipo de relación predomina hoy entre nosotros y nuestros hijos?
- ¿Qué tiempo damos a nuestros hijos?
- ¿Cuánta confianza depositan ellos en nosotros?
- 2. Preguntas de profundización
- ¿Qué importancia reviste contar con momentos especiales de encuentro con nuestros hijos?
- ¿Cómo podemos compartir con nuestros hijos nuestra historia de amor?
- Concretamente, ¿qué podríamos hacer para mejorar la calidad de amistad con nuestros hijos?
- 3. Tareas
Descargar archivo Word llamado: Evaluación del ambiente en el hogar y la relación con los hijos (hacer click debajo de DESCARGAS).